Meta: las oposiciones

Pues si, cuando llegué al P. Suárez, cuyo capital humano e intelectual sorprendía y contrastaba con el de la Facultad, tiempo que simultaneé tres años, una de las frases (sentencias) que oí fue que «no se puede hacer de la interinidad una profesión». Eso hoy sería objeto de chorros de tinta entre sicopedagogos y afines a lo mismo. De forma que manos a la obra, a estudiar como no lo había hecho nunca; dejé poses como esta en la Facultad (vuelve a ser en mi despacho-laboratorio)

Conocí a personas en el Suárez que me influyeron mucho, entre otros:
En efecto, el inolvidable Don Misael Goicoechea, catedrático de Matemáticas y un magnífico Jefe de Estudios. Una de sus pasiones, el ajedrez.
A lo que se dice fotos de grupo no se era muy aficionado, pero instantáneas como esta proliferan.
A la izquierda Pepe Mercado, que ese año sacaría la cátedra de Matemáticas y, a mi me sorprendió porque en el aula era un fiera de bueno, emigró al ignoto mundo de la inspección; junto a él, Benicia Reyes, extraordinaria amiga que lo sigue siendo, Don Luis Porras profesor jubilado y encargado de la biblioteca, y a la derecha del todo Don Antonio Torres («el ñañas») mi primer jefe de seminario (hoy se llaman departamentos). Excelente persona, solterón y simpático como nadie, querido por todos.
De forma que empecé a hacer el equipaje de mi piso de estudiante en vísperas del bodorrio, y aquí me veis:
Acompañado de Paco Vallejo, fui a recoger una tizona como regalo de boda de Pepe Muñoz («Pepe el médico»). En la puerta de las Bodegas Natalio nos pusimos a cantar «Fiel espada triunfadora»; año 1972, son curiosos los anuncios de atrás, la «Tónica Wilson» que vaya usted a saber lo que era y lo que ha sido, así como la gaseosa Konga genuinamente granaína y con «mu malafollá».
Como se deduce de la Facultad también me abrí (ya me pilló casado) no sin antes tener un recuerdo de los afectivamente más allegados:
Leandro Sequeiros, entonces doctorando en Paleontología, flanqueado por Krmela (de negro) y por Puri Fenoll, recién catedrática de Cristalografía con la que siempre hemos tenido una relación de amistad inusual por muchos motivos. Aprendí mucho de ella. 
No eran los únicos allegados, si de los relevantes, pero es la ocasión de la imagen. 
Venga, a estudiar temarios, 98 temas para profesores agregados y los prácticos, y mientras las clases en el instituto. Eso fue trabajar.
Pero no se olvide otra constante, una cosa es la seriedad y otra la severidad. De la primera soy un avanzado, de la segunda el peor de todos, la severidad no va conmigo así por las buenas.
De hecho, en plenas oposiciones, que entonces eran todas en Madrid, hubo alguna canita al aire junto a amigos granaínos:
Sin desperdicio. Tablao flamenco «Los Cabales», Madrid 1973, con Lola Maroto y Don Juan Martín-Vivaldi, catedrático de Cristalografía de la Complutense. Otro ejemplo de que una cosa es la seriedad y otra la severidad. La foto está incluso dedicada por las bailaoras, una de ellas amiga de mi mujer desde Granada. Terminó la cosa con unos fandangos cantados por Don Juan en el parking de la Plaza Mayor a las seis de la mañana. Como Dios manda.
En cuanto a lo serio, la cosa acabó mucho mejor:
Foto de familia de los que habíamos aprobado las oposiciones. El menda está a la izquierda del todo (la cabra tira al monte), al lado, el «señorito Minchó» y mi mujer con gafas oscuras. Recuerdo a bastantes nombres; en el centro el tribunal, presidido por Don Alejandro Navarro Cándido (lógicamente había que saberse sus Claves Dicotómicas al dedillo), y entre otros a Fernández Montes,  Marín Señán, Rafa Hernández, Ramón Villanueva, Emilio Pedrinaci, Juan López Giménez y Feli su mujer, etcétera.
Eran tiempos en los que al finalizar la oposición los aprobados organizaban una comida de «hermandad» con el tribunal, ésta concretamente en el Portonovo de la Carretera de la Coruña. Carillo, pero en esas euforias no pica el bolsillo.
Al mes se convocaron las oposiciones de cátedra a las cuales estaba apuntado (se decía que «las habías firmado»), y como me vi lanzado, aparte de que estaba «empollado», nada de conformarme y a seguir estudiando, ahora frente a un temario de 167 temas que además se decía en la convocatoria que había que desarrollarlos al «máximo nivel científico». Me iba a dar algo de las manos de empollar, y a la par los prácticos que aquí eran cinco ejercicios, la Memoria educativa…y mientras las clases.
Pues las saqué igualmente, y además con buen número. ¡¡¡Toma ya!!!.
Lo malo fue que como tuve que incorporarme a la plaza de agregado puesto que el nombramiento ya había sido publicado, en plena oposición de cátedra tuve que pedir permiso al Tribunal y desplazarme a Las Palmas a tomar posesión. Un curso casi entero en Las Palmas (instituto del Barrio Escaleritas, el Alonso Quesada), siendo catedrático a la espera de que se publicara el nombramiento e incorporarme al nuevo destino como tal, Loja, la única plaza que había salido en Granada y provincia. 
Todos los días al acecho del boletín y nada; fue desesperante y la verdad es que no abundan los recuerdos alegres salvo con los alumnos o alguno en nuestra casa de allí:
Profesores «godos» en una reunión de sábado. a la derecha junto a Krmela, uno de Logroño que no recuerdo su nombre, pero que estaba puestísimo en prácticas de laboratorio. Al otro lado de Krmela, Teresa Lorenzana, gallega al igual que las otras tres, pero Tere tenía el detalle de aparecer siempre con una bandeja de filloas recién hechas. Un encanto.
La foto es muy buena, en la sala de estar de nuestra casa en Las Palmas, pero muestra el gesto tras no ver publicado el nombramiento de cátedra en el BOE un día más.
Tal fue así, que a nuestra vuelta a la Península, organizamos un sarao con los amigos para celebrarlo:
De espaldas el «señorito Minchó»; al frente Paco Vallejo y Mercedes recién casados; asoma por la derecha Feli, la mujer de Juan «el fiero». Preside un lebrillo de fajalauza colmado por tres estratos, el inferior de papas a lo pobre, el intermedio de lomo con ajos, y el superior (ya del Cuaternario) de huevos fritos.
No estábamos solos:
 De los no citados en la anterior imagen, a la izquierda con cara de «niña repelente», María la hermana de Miguel Ortega con jersey rojo a su lado. Si, si, cara de «repelente», una cachonda mental que le toma el pelo al más pintado y encima es desde hace tiempo inspectora de Hacienda (no olvidar lo de seriedad-severidad, que es otro caso). A la derecha del todo la mujer de «Minchó», Mary Carmen, coloquialmente conocida como «mi prima». El sarao fue en el Albaycín, un rato que alimentó mucho en todos los aspectos. Tampoco es de los que se olvidan.
Como ya llegamos a Loja, es otra entrada inevitablemente, pero quiero señalar los aportes que todo lo anterior ha supuesto par dar las clases y ser uno como es, o ha sido, en su vida activa.

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