La marmota

Digo «la marmota» porque estas fechas vienen a ser así. Un rollo macareno que si acaso les puede gustar a algunos niños. Y todos los años lo mismo, los mismos villancicos con letras increíbles sobre las que otros ya han escrito. ¿Beben los peces en el río? ¿Estaba el río al alcance visual del pesebre para que los peces lo vieran? ¿Había chocolate (chocolatillo) en esa época?; los mismos anuncios de colonias, bueno, los mismos no, cada vez más. Pienso que debemos oler fatal, y por otro lado ¿a cómo sale de costo el tarrito de geometría imposible para costear tanto anuncio?. ¿Porqué no se anuncian como regalos buenos libros, o incluso malos?.
Ya está superado por este año. El que viene supongo que lo mismo; la marmota.

En este blog creo que estoy consiguiendo el mantenerme al margen de cuestiones políticas, al igual que de las pornográficas. Y los que me conocen, algo extrañados, me preguntan que con tanto como hay, e incluso anecdótico porqué no me «pringo». No es mi intención, pero demostraré gráficamente que estuve en la política activa:

Tomando posesión como concejal del Ayuntamiento de Granada, y por segunda vez. Los del fondo en la imagen eran los del Partido Popular, algunos fallecidos; en conjunto nos llevábamos bastante bien todo hay que decirlo, al igual que hay que decir que ¡¡¡qué pelazo tenía yo en esa época!!!.
A propósito, una anécdota dadas las fechas:
Como es sabido, en Granada se celebra el Día de la Toma el dos de enero, y eso en la época no era tan polémico como hoy. De todas formas, en la primera ocasión que fui concejal, ni a mi compañero y amigo Jesús Quero ni a mi (los dos procedíamos del PSP) nos entusiasmaba demasiado el participar y nos fuimos con nuestros correspondientes hijos (uno cada uno), a una fiesta alternativa que había en el Paseo de los Tristes al pié de la Alhambra en la que actuaba la Orquesta Andalusí del maestro Chekara. Cierto periodista, por cierto «amigo nuestro», desenfundó la gumía y lo publicó en titulares en la prensa al día siguiente: «Mientras la Corporación en Pleno estaba en la Capilla Real en la Fiesta de la Toma, los concejales Quero y Castellón…». Resultado, una llamada de la Alcaldía para personación inminente. Me esperaba el Alcalde con cara de muy pocos amigos y sólo me dio un vale para que fuera a la sastrería a que me hiciera urgentemente un chaqué, y que a partir de ese momento me quería ver en todos los actos oficiales y con el chaqué puesto. A la orden.
Cierto es que el chaqué lo lucía como pocos, todo hay que decirlo. Al punto que el Concejal encargado de los protocolos (no se si por guasa o venganza) me ponía en los sitios más relevantes porque decía que yo daba mucha imagen, y según el Jefe de Prensa abundando en lo mismo, que parecía un caballero decimonónico con la barba, los bigotazos y el añadido del fijador de pelo que me daba un peinado de olé. 
A propósito, en cierta ocasión que iba pertrechado con todos los abalorios sobre el chaqué, al Ayuntamiento desde mi casa andando y con medio tubo de Patrico en la cabeza, me crucé con dos individuos (entre inteligentes y cachondos) que en mitad de la calle me lanzaron el «piropo» de «Adiós, Valentino». Yo seguí andando y descojonándome de risa. La situación duró unos años hasta que negocié no ir más que a los actos gordísimos y a cambio me chupaba las procesiones de mi barrio del doce de octubre (no las de Semana Santa que serían multitud) y a las que se iba de traje oscuro, no de coleóptero.
De esa época, de la de tiempos políticos, traigo esta imagen digna de ser comentada por lo festiva:

Pues si, es Miguel Ríos. Ese día se le otorgó la Medalla de oro de la Ciudad y ese fue el sarao a posteriori. Sitio, el Palacio de los Córdova (si, con uve para los que no lo sepan). En la mesa, sentados comenzando por la izquierda, Ángel Custodio Gómez Vílchez, concejal, magnífico socialista a quien se debe que se contemplaran pensiones para los militares republicanos represaliados y viudas (y no había Ley de Memoria Histórica), Mary Cardenete, secretaria del Alcalde, Miguel Ríos el homenajeado, Juan Luis Álvarez, concejal y gran amigo, La mujer de Hervás (que está de pié entre los dos anteriores, Delegado de Cultura), al fondo Antonio Millán, gran concejal que nos dejó para ocupar la presidencia de la Fundación ONCE (por algo sería), con camisa de cuadros Carmela, mi mujer, junto a ella Ana, la mujer de Juan Luis, y cierra este ángulo con jersey rojo el menda.
Miguel dio una lección de simpatía y bonhomía. Se trajo al acto desde Madrid en un microbús a una serie de amigos, no muchos pero muy relevantes, recuerdo a Barranco, el entonces alcalde de la capital del Reino, a Victor Manuel y Ana Belén (muy circunspectos por cierto),  a Iñaqui Gabilondo y a Mercedes Milá que estuvo simpatiquísima  (hoy me parece otra cosa) y haciéndonos fotos a todos. Puede que alguien más en quien no caigo.
Comoquiera que la distribución por mesas no favorecía la «globalización», pues Miguel ni corto ni perezoso se vino a los postres a departir con la «canalla municipal».

Uno de los momentos que recuerdo con simpatía de esa etapa. No el único pero no quiero parecerme al abuelo Cebolleta contando historietas.
Momentos menos simpáticos, a puñados. Pero no voy a caer en ese saco grisáceo del recuerdo.

Y no voy a despedir esta entrada sin una imagen del Museo de Ciencias del Padre Suárez, faltaría más:

Quizás no sea muy atractivo el aparato pero le tengo especial afecto. Se trata de un aparato para mostrar la acción de palancas combinadas; ahora se ve muy bonito, pero lo encontré totalmente desarmado y cada pieza por un sitio y mezcladas con otras  que vaya usted a saber. Fue una proeza no sólo el limpiarlo y montarlo sino después identificarlo, ya que no se prodiga en los catálogos al uso.
Hasta pronto, y desdiciéndome casi de las intenciones iniciales, que el 2019 no os traiga demasiados sobresaltos.

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