Archivo por meses: enero 2022

¡¡¡Ufff!!!

Ante todo, felicitaciones para el 2022 aparte, debo retocar/ampliar alguna cosilla de la entrada anterior.
Retocar, o mejor rectificar, un desliz que curiosamente nadie me ha reprochado, pero uno desde su tendencia, a veces estéril, al perfeccionismo quiere hacer patente: 2021 no era ni es un número primo; como en la realeza, «me equivoqué, no volverá a ocurrir». Apliqué los criterios de divisibilidad más frecuentes, por dos, tres, cinco y once, los del siete son engorrosos y ya para el trece cojo papel y lápiz, y p’alante. Pues ligerillo fui, ya que si multiplicamos dos primos lejanísimos como el 43 y el 47, da 2021; pido perdón aunque insisto en que era un año y un número muy feo.

Otra cosa, el ampliar, es al respecto de mi comentario a manera de obituario sobre Paolo Brenni. No es que vaya a hacer una sección de obituarios en este magno blog, no. Pero como me ha llegado algún comentario casi llegando a darme el pésame, amplío: es muy frecuente que nos enteremos del mundo de la farándula o de los famosillos incluso de si tiene un juanete, caspa, y no digamos si fallece, lo cual me parece totalmente injusto por la atención prestada a cuando alguien es del mundo de la Ciencia, y este es uno de los casos que he intentado corregir. Aparte de mi vínculo personal con Brenni, acentuado por los elogios a mi libro sobre los aparatos científicos, que viniendo de él no son moco de pavo, cuando, por otra parte, en la web del Instituto poseedor de esos aparatos, se omite la existencia de dicho volumen; cierto que se citan los otros dos publicados sobre el Museo, pero éste no se queda atrás y lo de Paolo me supuso lógica satisfacción.
Volviendo a lo anterior, en estos días falleció Leakey y, salvo un artículo escrito por una sobrina, no se le ha hecho ni puñetero caso. Este hombre, keniano, puso freno con bastante éxito en su país a la caza indiscriminada y furtiva de elefantes y rinocerontes con no pocas dificultades. Lo malo es que sus medidas no han sido imitadas por otros. El comercio de los mal llamados «cuernos» es casi como el de las drogas. Digo mal llamados, y caeré pedantemente en la didáctica, porque no son cuernos; los de los elefantes ni siquiera colmillos, que son incisivos, que colmillos tienen los animales carnívoros y estos no lo son. Parecido con los rinocerontes, que lo que tienen es una acumulación de queratina equivalente a un callo de nuestros pies; ¡ah!, las «medicinas ancestrales» que le adjudican poderes afrodisíacos (y donde no hay, no hay, por mucho rinoceronte que te bebas en infusión). Tanto en un caso como en otro deberíamos llamarles simplemente defensas y dejarnos de tanto cuerno y carnicería. Pues eso, desde aquí un reconocimiento y recuerdo a Leakey.

Titulaba esta entrada como ¡¡¡Ufff!!! y no es para menos, superados con relativo éxito los tres envites o rounds en que divido a las pasadas «Fiestas entrañables» (ya aclaré en su momento el porqué de «entrañables») resumo: el primer round, el de Nochebuena y Navidad requiere buenas dosis de bicarbonato y alguna que otra aspirina para paliar el exceso propiciado por las contribuciones al diálogo de determinados familiares. El segundo, Nochevieja, algo menos de bicarbonato y bastantes más aspirinas, ya que se empezó a soplar a las tres de la tarde, capirote y serpentinas a las seis, y a las doce ni te digo, atragantaderas, la ropa interior itinerante…total un resacón de la leche mientras se oye la marcha Radewsky. Y el tercero, Reyes, es el más llevadero, quizás porque sea para los niños, y salvo alguno que nos despierte con una trompetita, no es letal. Sólo bicarbonato si el roscón era de los industriales.
Añado que no ha sido mi caso en ninguno de los tres, aunque oportunismos por parte de otros merecen más de una una reflexión: Los psicólogos han entrado a fuego sobre la filosofía de los juguetes, incluso se ha defendido el regalo de un móvil a edades que considero tempranísimas «para que cuando sean adultos sean conscientes de lo negativo del uso excesivo». Para mearse, lo mismo se les podría aconsejar un canuto o una botella de Anís del Mono. Mismo razonamiento.

Pero el oportunismo que merece una mención aparte es, una vez más, el del bombardeo de anuncios de perfumes. Voy a desgranar uno:
Un maromo bien macizo y de torso lampiño (como parece que es la moda) se tira desde lo alto de un acantilado hacia una barca donde le espera la gachupina correspondiente en una postura que invita a la lascivia. Mientras, suena de fondo, (oído al parche) la magnífica canción italiana «Parlami d’amore, Mariú» (que por cierto el primero que la cantó fue Vittorio de Sica y después hasta Plácido Domingo, Pavarotti…pasando por Mario Lanza, Di Stéfano)… Pues no, aparte de un uso irreverente de esa canción, es evidente que no casa con el guión publicitario, personalmente la titularía «Coge medio culo, Mariú (aconsejo que se haga el esfuerzo de cantarlo repitiendo la melodía): al maromo, una vez haciendo de edredón sobre la gachupina, ésta le baja el bañador, le coge el medio culo y cuando asoma la mitad de la alcancía…¡¡¡zas!!!, se corta el anuncio y te mandan a que compres un potingue, no se si por alguna efusión gaseosa liberada por la anatomía del maromo.
Vamos a dejarlo.

Y ya el ¡¡¡Ufff! se ha complementado en estos días con lo de las granjas, macro, micro, extensivas, intensivas y mediopensionistas. Difícil, por no decir imposible, el abordar esto sin rozar lo político aunque voy a intentarlo. Recuerdo que en más de una ocasión se ha evidenciado el uso de antibióticos, hormonas y demás moléculas en los animales sometidos a macrogranjas, incluso relacionándolo con ginecomastia por exceso del consumo por adolescentes (a los adolescentes varones les salían tetillas voluminosas totalmente impropias), y no quiero aburrir en esto, pero sí refrescar la memoria de algunos de un hecho en el que tuve bastante que ver: la macrogranja de cerdos que detectamos siendo yo concejal de Granada entre la barriada de El Fargue y la cabecera del rio Darro, próxima a la Abadía del Sacromonte. Menudo revuelo. Las aguas fecales (los conocidos purines) se almacenaban en unas balsas que a su vez vertían en un barranco de la cabecera del río que posteriormente iría por Granada. No voy a aburrir con los detalles de aquel episodio, considero que una lectura de la prensa del momento, 1988, es bastante elocuente

Poco que añadir. Al poco dejé de ser concejal (no sin antes dejar preparada una evacuación de los animales y su transporte por si hiciera falta como medida subsidiaria) y parece que no hubo demasiado interés en seguir con el asunto ya que hasta el diez de octubre del 99 (once años después) no vuelve a salir en prensa (El País) un artículo relacionado. Presiones tuve de todo tipo, hasta insultos personales, apoyos, poquitos.

Personalmente prefiero esto:

Se que en estos días proliferan estas imágenes, pero esta la tomé yo en Lugo, donde veraneaba, y sin aludir necia y torpemente a que eso era ganadería intensiva o tomándola como ejemplo de la misma.

Vale ya. Paso a las imágenes del Museo:

Siguiendo con los animales, vamos a lo correspondiente a la Teratología, es decir, a las deformaciones originadas en embriones. El de la izquierda con dos cabezas, en el centro unos siameses y el de la derecha una sola cabeza con dos cuerpos. Ya se que de «lastimica» como se dice en «granaíno», pero no dejan de ser valiosos ejemplares.

Y otra:

Ni cacharro de Física ni animalito. El antiguo reloj del campanario del Instituto. Se restauró felizmente tras una «intervención» a martillazos (literal) que, para familiarizados con la relojería, torció el eje de la rueda de escape, entre otros dislates, se elevó sobre esas cajoneras para que las pesas tuvieran suficiente vuelo, y las horas funcionan perfectamente. No se adaptaron las campanas por no ser compatibles con el uso de las aulas. Ese magnífico reloj fue un regalo personal de Natalio Rivas al Instituto.

Y nada más por hoy, mediados de enero del 2022. No digo nada del virus que estoy, y supongo que no sólo yo, hasta la coronilla, esperando que esto termine de pasar y cumpliendo con todas las vacunaciones y normas. Sacándole la lengua al tenista serbio.
Besos, abrazos y arrumacos.