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Colinabo

Se deduce sin esfuerzo «herniante» tras la lectura de la entrada anterior, «Placa», que estaría con ganas de disiparme de tantas emociones unos días, pero ay, se han dilatado: un catarro de los antiguos, de los de mucha mocarrera y fiebre, de los que se curaban con leche caliente, coñac y aspirinas. Pero como no me gusta la leche, y en casa no hay coñac desde ya ni me acuerdo, pues solo con pastillitas y a aguantarme. Y ya que salgo me dice la espalda que tururú, que entre lumbares y sacra debe haber un pegote de algo ladino y con mala leche que no me deja en paz. Cosas del D.N.I..
En fin, que no he estado más que para leer (vaya novedad), mucha música barroca de fondo y ver la tele de rato en rato. Ojú que mérito. De ahí lo de colinabo que tras la imagen previa aclararé.

Col (izquierda) y nabo (derecha). Del de la izquierda poco que añadir, el de la derecha es Emilio Serrano, del gremio, gran persona y amigo. Estamos en una visita a Atapuerca, en el meollo de las excavaciones y por cierto con un calor de morir; para que digan de Burgos.
Pues no debe interpretarse esa foto como una génesis de colinabo, a tanto no llega la amistad; simplemente una foto de uno tras otro.

Retomando el inicio, no descubriré América si afirmo que la televisión, los programas, son una auténtica porquería y de ahí lo de colinabo: raro es el programa de la estructura o intencionalidad que sea, que no intercale a uno o dos cocineros con sus reporteros satélites/lapas, intentando éstos hacer el paripé de colaborar sin darse cuenta de que lo que hacen es estorbar, rematando el final culinario con un mmmm, y entornando los ojos con movimientos de Marujita Díaz pero con los párpados cerrados.
En no pocos de esos programas, se comienza con un paseo explorando el origen de las viandas, y aquí vino mi alerta, la del colinabo. Había probado las coles, probado los nabos, pero se suscita un ejercicio de economía, se prueban los dos a la vez de un sólo bocado, maravillas de la gastronomía incluyendo técnicas de reproducción vegetal, hibridaciones, etcétera. Y yo acordándome de aquello de migar boquerones fritos en el chocolate, o aquello del chiste del perro-lobo y el oso-hormiguero. Pues todo es posible, llegaremos seguro a conocer el «chumbondía», esférico, con pinchos, carne roja y las pepitas da igual, muchas, que tanto los chumbos como las sandías las tienen, aunque ya hay sandías invertebradas y con ictericia. Se abren las posibilidades.
Una cosa si ruego, si alguna vez alguien me da a probar algo que lleve colinabos, que me avise para no meter la pata al enjuiciarlo.

Bastante más sensato me parece el trasplante de riñón de cerdo, adecuado genética y previamente, a un currito como nosotros, de esos que llamamos despectivamente al ahora donante, porcino, marrano, cochino y otras lindezas. Cuidado, que ya el difunto Pepe da Rosa en su canción «El transplante», vaticinaba que podía ser de varias estructuras anatómicas, sorprendentes algunas. Claro que si se está pensando en lo que me sé, en este caso quedaría una especie de sacacorchos cuya aplicación obligaría a extraños esfuerzos gimnásticos. De todas formas, es esperanzadora la noticia comenzando por el riñón.

No la acumulo a esa sarta de casi pamplinas que más que informar de cosas oportunas y necesarias, son descaradamente un señuelo para despistarnos de los meollos. Como si no hubiera hechos y situaciones para hacernos pensar, vienen los «magos» y como si fuera un truco desvían la atención hacia una parte, mientras la trampa se ejecuta en otra. Novios y familiares con tejemanejes raros, uno que se llama como yo pero en euskera (Koldo es Luis), futbolistas que como tienen pasta violan y no les pasa nada y a todo esto, un colectivo de jueces con sus partes blandas atornilladas a los sillones y no hay quien los mueva, comportamiento en las Cámaras que nos deben representar que ya quisieran parecerse a los del Bar Antonio «El cabezón», bar de mi barrio conde todos nos respetábamos aún con un vino en la mano, un asesor del más alto nivel que se le va el vino y riega de mentiras a la prensa que no le gusta, dinero de guarderías que no va a las guarderías sino a remodelar campos de futbol…en fin, prefiero dejarlo y centrar mi atención en cuestiones primordiales, urgentes y vitales:
¿Qué ha pasado con la Middelton?. Angelito mío, pero en todo caso me preocupa lo mismo que si cualquiera de aquí que nada tenga que ver con la realeza británica, se encontrara en un episodio sanitario parecido. Algunos de aquí, bastante más.
Y el consiguiente contrapunto, la vesícula biliar de Estrella Morente, la supuesta neumonía de Terelu Campos, digo supuesta porque otro que más bien baila dice que no para de fumar.
Cosas vitales todas que se complementan con el perrito-robot que están paseando por la sala de estar de Málaga, la calle Larios. Menos mal que tabernas clásicas en Málaga ya no quedan, me refiero a las Casas Romero, La Campana (creo que queda una, como Casa Guardia), García Gomara, Vinícola ARI y cientos más (ojo, El Pimpi era una sala de fiestas de muy dudosa fama). Digo que menos mal, porque como al perrito le diera por entrar en esos sitios, el resultado sería de lo más surrealista: dos ladridos un «pintao», uno, un moscatel pasas, varios, un «florestel» (lleva gaseosa).
Y ya puestos con los señuelos hosteleros, la gran noticia es la apertura de una tasca por el exvicepresidente del gobierno, señor Iglesias, con el nombre de Garibaldi en un barrio castizo de Madrid. Debe ser por lo que leo, una versión inversa del célebre Casa Pepe de Despeñaperros, si en éste hasta la fachada está pintado con franjas de los colores de la bandera de España, pues P. Iglesias ha puesto su carta de lo más alusiva a la progresía, cocktail Che Guevara y cosas así. Bueno, hay que hacer cosas, y confieso que una que me gusta es el póster de Pepa Flores (Marisol) decorando el local.

Que cada cual se decante por lo que quiera, pero sugiero que nos centremos y no nos despistemos, recuerdo el proverbio chino «Quien mira al gusano, pierde el eclipse».

Vamos a por las fotos del Museo, y hoy pocas que tengo que engrasar el capirote para la procesión y ya se oyen tambores lejanos, como en la película pero sin Sioux.

Esa cosa del interior del frasco, de unos nueve o diez centímetros de largo, es un tipo de erizo de mar. Corresponde a los espatángidos, erizos asimétricos, no esféricos y además las espinas no son totalmente rígidas.
Se llama Brissus y corresponde a los que proporcionaba el Laboratorio Zoológico de Nápoles.

Al contenido de esa cajita le tengo hasta afecto. Me explico.
No deja de ser un cristal de Espato de Islandia, es decir de calcita cristalizada en un romboedro y totalmente transparente. Con los ejemplares conocidos como «escolares», al superponerlos en un escrito se ve doble, es decir que desdobla a la luz. Y eso ocurre si se pone en todas las posiciones (birrefringencia) excepto en una, por eso tiene tallado el vértice en un plano y opuestamente en otro. Para los eruditos diré que se llaman las caras de pinacoide. Pues esa dirección en la que NO es birrefringente es la que se conoce como EJE ÓPTICO. Es una ayuda enoooorme para demostrar su existencia.

Y nada más, a las torrijas que se enfrían y a comerlas antes de ponerme el capirote, vaya a ser que quede pringoso, ya tengo el cuerpo hecho a engordar algo.
Un fuerte abrazo primaveral y previo a la declaración de la renta.