Cumplir con la «palabrita» (I)

Pues si, lo dejé en el camino a las oposiciones y eso será retomado en breve, en la próxima entrada (ojo, que esta va subdividida). Pero es que estos casi dos meses no he estado quieto, y como Pepe Isbert en «Bienvenido»: os debo una explicación, y esa explicación que os debo os la voy a dar. Es lo menos que puedo hacer con mi público al que tanto quiero y tanto debo.

Las cosas de la Asociación Nacional (la ANDPIH) me tuvieron ocupadísimo todo junio. Entre perfilar la comunicación para las Jornadas de Teruel que fueron a fin de mes, muchos, muchos, pero que muchos correos que responder a diario. Ir a Teruel (que no es tarea fácil desde Andalucía), y lo peor, volver. No me puedo aguantar, lo contaré:

A la ida, ya me aconsejaron mis compañeros de Teruel que tomara por Utiel y hacia al Norte. Perfecto, Utiel es de Valencia, me parece una vuelta enoooorme, pero es lo aconsejado y así lo hice. Sin pega aunque muchos kilómetros. Pero a la vuelta, nada más salir de Teruel veo un cruce con dos opciones: Madrid-Cuenca y Valencia. Tomo la segunda opción por aquello de Valencia y Utiel para después ir por la A3 hasta Manzanares y coger la A4 hacia el Sur. Venga kilómetros de una autovía magnífica que no recordaba y empiezo a dudar; paro, cojo el mapa de carreteras ya que uno no tiene tontones de esos ni gepeeses y veo que esa autovía va a Valencia pero a la capital, que para ir a Utiel de nuevo no era esa, pero que podría tomar la A7 que está poco antes de Valencia y de ahí a la A3 y Utiel. Me planteo que me ahorro muchas curvas y que al fin y al cabo sigo en autovía. Veo un cartelito de A7 que ya esperaba, lo tomo y sigo. Al cabo de un rato eso me lleva al Norte, el mar a mi derecha… y CASTELLÓN DE LA PLANA  al frente. El cartelito de las narices no especificaba si Norte o Sur; cuestiones valencianas. Di la vuelta como pude en un polígono industrial y, casi saliéndome por los bordes del Atlas de Salinas, al final entré en la A3, Utiel dichoso, llegué a Manzanares y a las cuatro y media de la tarde pude tomar un bocadillo pasado Valdepeñas.
A Ulises lo traía yo por estos lares, se iba a enterar.

Vamos a las Jornadas sobre Patrimonio de los Institutos Históricos. Muy bien organizadas, aunque como siempre, en la inauguración, políticos a decirnos que no dormían pensando en nuestros problemas, que serían resueltos de inmediato. Ahora bien, ahí salió el que suscribe anticipándose a esas declaraciones vacuas y les di un repaso de olé.
En la clausura, ya no estuvieron ya que, entre otras cosas se trataba de la Asamblea General de socios, he aquí una imagen que comentaré:

Se nos ve tan bajitos porque las sillas se hundían solas, Groucho Marx; una subsidencia que provocaba hilaridad. El secretario a la derecha de la imagen cogió un taburete que para eso era el anfitrión, a los demás se nos fueron cambiando entre risas.
Ahora casi en serio; mi intervención. 
Como el Instituto de toda mi vida, el Suárez, pasa olímpicamente de que lo represente, pues hice una genérica pero con humor. Versó sobre las causas, demostrables por mi mismo, de la desaparición del Patrimonio. Por eso lo titulé «fantasmagorías patrimoniales», retrotrayendo lo de fantasmagorías ya que muchos tienen no pocas placas de linterna mágica:

 Al principio el personal estaba un tanto despistado, pero a medida que entraba en cuestión creo que gustó. Obras, mudanzas, préstamos a «ilustres», descuideros, e incluso represalias políticas salieron como protagonistas de la merma en el Patrimonio. Humor no faltó, desde luego. Y cerré la presentación con lo que hoy se podría considerar una auténtica fantasmagoría:

Incluso informé sobre el «acontecimiento musical», fue en 1940 organizado por el Frente de Juventudes y con tres zarzuelas.

De las comunicaciones y contenidos, me parece que aquí sería un rollo hablar, de forma que quien quiera información, le remito a la página de la Asociación (www.asociacioninstitutoshistoricos.com) y pinche en Jornadas realizadas, allí verá lo de Teruel con tranquilidad.
Una cosa que no saldrá es que la organización incluyó una visita a Albarracín. Precioso en una primera instancia, pero se da cuenta uno de que se ha convertido en un parque temático. La catedral, lo que más me gustó.

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