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¡¡¡Sálvese quien lea!!!

En este periodo, importante para mi ha sido el Día del Libro, muy, muy importante. Ojo, que otros acontecimientos son igualmente para tener en cuenta, pero es que a mi lo de los libros…por eso le estaré agradecido a mi amigo Antonio Bustamante, el que en su día me diera a conocer «El infinito en un junco», una maravilla de la pluma de Irene Vallejo que desprende conocimientos y bondad. Gracias a los dos, especialmente a la segunda.

Inserto, por ser más que oportuna, esta imagen en la entrada que se la he «vampirizado» a mi amigo Ginés que generosamente me lo ha permitido.

Evidente es que la sociedad esto de leer no lo percibe por igual. Recuerdo incluso que cuando existían las «páginas amarillas», me las llevaba al cuarto de baño, si, al retrete, no va a ser debajo de la ducha, y acompañaba a la expulsión de residuos con la lectura de los fontaneros de Motril. Leer siempre ayuda, estreñimientos ni uno.
Por eso, me llama la atención negativamente, el consejo tan estrafalario de lo del kit de supervivencia que se les ha ocurrido a las mentes pensantes, aparte de por lo distópico que se antoja, un libro no aparece ni por asomo; un transistor si, y no dicen marca de milagro. En los tiempos que corren, supongo que un móvil (con cargador, claro) haría una función parecida, y ya puestos, en lugar de sólo agua, algo de vino en el kit para alegrar la estancia en el sótano, no digo ya algo de orujo, que si le añadimos un buen libro el encerrado/a es capaz de aprendérselo y repetirlo cuando salga. En este último supuesto, desaconsejo por el bien social que sean las referidas páginas amarillas.
En fin, que lo del kit me ha parecido un despropósito, como iniciativa y como sugerencia del contenido.

¿Que leer nos haría mejores? sin duda alguna, pero leer leer, no repasar tipografías, sino entender y captar el mensaje, memorizar lo que nos apetezca en su caso, de lo leído, disfrutarlo o contradecirlo. Claro que para eso hay que tener previamente elementos de juicio, ¿y como se adquieren? PUES LEYENDO, LECHE. La transmisión oral no es mala, a veces magnífica, pero incluso para valorarla hay que tener ideas que previamente se hayan asentado a través de la lectura. Ejemplo extremo son los programas televisivos de tertulianos…¡¡¡que horror!!!. Si no fuera por la lectura previa, nos tragaríamos las barbaridades, deformaciones y bulos que esos especialistas en interrumpir al contertulio, vomitan sin pudor.

Pues volviendo a lo que nos rodea en estos momentos y puestos a orientar a la lectura, no estaría de más indagar sobre «La papisa Juana».
Si, una papisa, que por ahora las políticas de igualdad no la han reivindicado (se les pasan las mejores). Resumo sin óbice de que el lector indague: Siglo IX, una señora se empeña en ser Papa («papisa») y aparentando lo que hoy sería una «trans» llega a serlo. Revuelo consiguiente al cabo de poco tiempo y surgir dudas sobre el sexo pontificio. ¿Resultado inmediato?, la silla que se inventó para solventar la situación. Una silla con un agujero en lugar correspondiente y tamaño adecuado para que una vez asentado el supuesto papa o papisa, una mano escudriñara el espacio genital. Si encontraba atributos masculinos (que no hace falta decir cuales) se exclamaba «Habeo duo et bene pendentes» , cuya traducción sobra para el lector. En fin, que según las leyendas al respecto esa silla siguió usándose un tiempo.
No me digan que han picado, son leyendas puras y duras, pero que en estos días para algunos suponen un recuerdo.

Claro que recuerdo también el episodio familiar cuando la muerte de Pio XII. Reunidos alrededor de la radio (sin necesidad de kit de supervivencia), mi tío Pepe cargado de sarcasmo dijo «ya están los cardenales afilando las navajas…». Para qué, la que se lió: mi abuela, su suegra, ultracatólica y seria como ella sola, pegó un manotazo en la mesa, se levantó como un resorte activado por San Miguel arcángel, se encerró en su cuarto en un mar de lágrimas entre improperios insospechados, y estuvo varios meses sin hablarle, y eso que vivían juntos.
Hoy no nos extrañaría demasiado lo de mi tío, quizás no son las navajas, en el sentido albaceteño, pero parece evidente que existir medios «curiosos», existen. Que se lo cuenten incluso a Juan Pablo I, cuya existencia hasta fue recogida en El Padrino.

Ya puestos a los recuerdos que se suscitan. No sé porqué me he acordado de aquel individuo ante el cadáver de Franco, en posición de firmes y saludando (ojo, sin gorro) y vestido con un mono hasta que un ujier se lo llevó del brazo y desmoronó la escena. De Berlanga.

Pues como no ha sido el único en dejarnos en estos días, que vaya racha, desde aquí, un recuerdo a mis amigos José Manuel y Bernardo. A nuestras edades ya hay que subir al cementerio con más frecuencia.
No me extrañaría que la frecuencia por recovecos ignotos por ahora, se acentúe. Lo de la compra de sopetecientas mil balas que cuestan un güebo de euros, no sé, pero me descoloca. Menos mal que parece una iniciativa abortada, pero hace unos días, cuando estuvo vigente pensé sin entrar en disquisiciones armamentísticas ¿no sería mejor comprar sopetecientos millones de docenas de huevos? que en el mercado han subido un ídem. O mejor, gallinas ponedoras si es que es fácil encontrar tantas a la venta. No he hecho la cuenta de a cómo sale la bala, pero me parecería una inversión más oportuna y pacífica, como lo sería también en barras de tiza para los establecimientos educativos. Además la marca de las tizas sería la clásica, Marlas, añadiéndole una ka la operación comercial sería más viable. Con esta última idea se colaboraría de camino a eliminar tabletas, portátiles y móviles en los centros. De nada por la idea. Por ahora algo me tranquiliza que el asunto de las balas está en ajopollo, esperemos que ni resucite ni haya otros «proyectos».

Vamos ya a las imágenes del Museo del Suárez:

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Hacía tiempo que no ponía fósiles. Un extraordinario ejemplar de Calamites, uno de esos helechos gigantes que proliferaron en el Carbonífero (Paleozoico). Si se amplía la imagen pueden verse las vascularizaciones en el trozo de tronco. Procede de las colecciones adquiridas en el siglo XIX a Louise Saemen.

A trancas y barrancas parece que está saliendo del peligro de extinción. Un quebrantahuesos, y procedente de Sierra Nevada, de cuando en Sierra Nevada había quebrantahuesos. Al parecer no son pocos los individuos que, de manera furtiva, fueron a engrosar colecciones británicas.
En la magnífica foto de David Carmona, se comprueba mi coloquial definición del animal «un buitre con barba».

Un aparato de la Sala de Física:

Aunque más que un aparato, se trata de algunos accesorios de un aparato, concretamente de una linterna mágica que funcionaba (y puede volver a hacerlo) con un arco voltaico y adaptada a varias funciones. Ahí se muestran tres objetivos para proyección y uno de ellos con diafragma.
Como la linterna es como es, un lujo, merece ella sola una próxima imagen comentada.

Y nada más por ahora, plena primavera aunque para otros que están en Sudán, Yemen o Gaza sea un invierno/infierno y olvidados.
Mis mejores deseos, sed buenos y a leer.