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Renuncio

No es la primera vez que comienzo una entrada con una imagen de mi cuerpo serrano. He elegido esta por varias razones que paso a comentar: el sitio es el Museo francés Bernad D’Agesci en NIort. Vaya por delante que Niort no deslumbra a nadie, por lo menos a mi no, e incluso allí se rodó la película «Las Diabólicas», que tenía tanto de excepcional como de siniestra; pero en esta localidad está este espléndido y sorprendente Museo: una colección de animales disecados muy bien expuestos y conservados, una de «cacharritos», instrumental de Física envidiable (para mi satisfacción personal, muchos eran similares a los del P. Suárez), y una directora del Museo francesa, muy francesa, de esas que no se caracterizan por una especial simpatía y miran con displicencia al personal, no te digo como nos miraba (cuando lo hacía) a los dos españoles que íbamos. Pues en la foto se refleja mi gesto triunfador. Cuando entramos en esa sala dedicada a los ammonites exclamé dirigiéndome a ella: «Piveteau???», y en efecto, se trataba de la colección original de Piveteau, aquella que en mis años de estudiante en la Facultad había que saberse de cabo a rabo (menuda era la «Seño», Dña. Asunción Linares q.e.p.d.). A la directora del Museo se le cambió el gesto cuando pronuncié la palabra mágica, Piveteau, y poniendo una sonrisa en cinemascope y technicolor, a partir de ahí fue de lo más cordial. Sugiero que si se viaja a Burdeos se haga una escapada a Niort a ver este Museo y no sólo por lo científico. Está muy cerca y merece la pena.

Pues vamos a la entrada, que ya está bien del rollo de foto. Es Sábado Santo y entre esta entrada y la anterior los bombardeos ha sido la releche y de todo tipo; pero uno de ellos, sin pólvora al menos que yo sepa, es el que me empuja al Renuncio, si, renuncio a mis aspiraciones expuestas anteriormente a tener un título nobiliario. Recuérdese que lo mío era aspirar a baronet, no a duque ni marqués, a baronet. Pues a la vista de cómo está el patio entre la aristocracia, Renuncio. No se si me equivoqué y el título era el de «Alí Babá y los cuarenta marqueses» , o condes o duques, me da lo mismo, pero a la vista de los acontecimientos la aristocracia me da asquito. Y no quiero entrar en detalles, pero de esa fauna sólo recuerdo con algo de simpatía a la de Medina Sidonia por aquello de la conservación, más o menos discutible, pero conservación de los archivos, y aunque parezca raro en mí a la Duquesa De Alba, a Cayetana, pero sus extravagancias me encantaban. De los hijos, duques y marqueses a repartir, me callo.
Si nos ponemos a rascar, el Duque de Lerma ya puso las líneas de actuación.
Al final sólo creo en los reyes de la baraja, y como siempre, en la Virgen de las Angustias y en el bicarbonato.
Aunque las cosas no son por casualidad. No lo es que al Marqués de Villalba o Duque de Feria le siga un conato de huelga en la Feria, ya puestos, encadenamos. En este curioso periodo de huelgas, hasta la de unos supuestos y «reivindicativos» caseteros ha estado a punto de aguar a la Feria de Sevilla con unas peticiones para mi, sonrojantes. ¡¡¡Que casualidad!!!, y además los ingratos no han ponderado que iban a dejar sin «pescaito frito» ni langostinos o pata negra a un buen número de marqueses, condes y un grueso de fauna pija. Es que no hay miramientos.
Pues el de Hellín, el cerebro de la de transportes, otro que más bien baila, no es el único afectado por las minas de azufre de su pueblo. Sorprendido me he quedado, no sabía esas propiedades sulfurosas, pero el alcalde se ha hecho pasar por director de un centro educativo para estafar descaradamente a un pardillo. Me lo pensaré si paso por Hellín el parar o seguir de largo.
Informo, no se han puesto en huelga los descapulladores de vencejos. Menos mal, porque sus circunstancias laborales, el cambio climático y la subida de la luz, me estaban haciendo creer que esta año no tendría vencejos en mi tejado. Menos mal, ya están en él. Primavera.

Y aprovechando que el Valladolid para por Pisuerga, ¡¡¡pues venga!!!, a aprovecharse y a subirlo todo. De forma que un proveedor te dice, y lo afirmo contundentemente, «si me compras dos camiones de…(lo que sea) te regalo uno». Luego debe tener un almacén de mi pares y quiere aliviarlo convirtiéndote en un almacenista, pero que de todas formas, de la noche a la mañana el producto almacenado tiene unos precios como si acabaran de llegar o ser fabricados, y con una escandalosa incidencia en el precio. Tras esta picaresca se esconde una ausencia de escrúpulos en muchos casos.

Y no, no me voy a olvidar de la guerra de las narices, por eso me voy a dirigir de la forma que creo más eficaz para que me entienda quien me tiene que entender: Путин, пожалуйста, прекрати эту уксусную рожу и прекрати бомбить. Ни один солдат с обеих сторон, не говоря уже о невинных, не должен продолжать гибнуть. Спасибо.

El que quiera entretenerse que lo traduzca, al final le digo gracias, pero sigo sin olvidar al Yemen, a Siria, a Jerusalem….

Y vamos a por las fotos del Museo, que esta vez para compensar sólo serán de aparatos de Física:

El conjunto es prácticamente una estación meteorológica: un Barómetro de Cubeta (o de Gay Lussac) con su mercurio correspondiente, rodeado de dos termómetros, uno de escala centígrada o de Celsius, el de mercurio, y el otro Reaumur, el de alcohol. La etiqueta superior marca los valores para Granada.

Ya ya que estamos en esa línea:

Un termómetro de la escala Reaumur, hoy prácticamente en desuso, a la escala me refiero, pero casi como los molinillos de café. Este señor tomo al agua como referencia, su punto de congelación y de ebullición, uso el alcohol como fluido para medir, hasta ahí bien, pero se le ocurrió dividir el tramo entre ambos puntos en ochenta grados…salían unos grados enoooormes, además de la imprecisión del propio alcohol. Menos mal que a raíz de la Revolución Francesa se puso orden: escala centígrada o de Celsius, Sistema Métrico como Dios manda.

Un magnífico Cuadro de Distribución. Sobre el frontal aislante de mármol se instalan enchufes, interruptores de cuchillas, un voltímetro, un amperímetro y un cursor que, entre otras funciones actúa como reostato. La bombilla central es una especie de testigo de cómo iría la experiencia según se accionen los mandos. Por detrás, consiguientemente, hay una serie de cables de diferentes calibres y conexiones cuya descripción sería demasiado prolija para los objetivos de este magno blog. Si algún desocupado lector la desea, sólo indicarlo y le será trasladada sin aspirinas.

¡¡¡Sólo queda un día para la pesadez de las torrijas!!!. Fuerte abrazo a los sufridos lectores.