Vaya por delante que no tengo absolutamente nada contra los chinos, pero si que está de forma muy torcida asentado el dicho «te engañaron como a un chino«, bien por aquellos que fueron llevados al Perú con falsas promesas por por británicos, bien porque Marco Polo sacó más beneficios que perjuicios de sus tratos comerciales, la cuestión es que la frase está asentada, y que lo de la obtención de beneficios por parte de este sujeto es indiscutible, a costa de lo que corresponda, una plataforma de extracción que origina terremotos (costa levantina, CASTOR), que se le cierra y que hay que pagársela entre todos hasta que a las ranas les salga pelo, y sin seguir biografía empresarial detallada, ahora una cosa que se llama o lo pretende, la Superliga.
No soy experto en el mundo del futbol, hoy descaradamente futbol-negocio, acaso no huyo de ver algún partido como deporte, con algo más de juicio que el de la definición que de él se daba en la película «Es grande ser joven» cuando el director del centro al ser preguntado respondía de forma muy británica: «¿Futbol, se refieren a ese nuevo sport donde veintidós individuos vestidos de niño intentan meter una vejiga de cuero hinchada entre unos palitroques dispuestos de forma absurda?». Pues a tanto no llego, pero seguro que Florenchino no perderá un duro en todo este pifostio que se ha organizado, al revés, habrá algúnos chinos de otras razas más caucasianas obviamente, de los que sacará buena pasta. La cosa es que si se le viste adecuadamente para el caso, pasaría por un miembro de los obispos, de la Conferencia, no me digan que no, que esos mofletillos y la media sonrisa se lo ponen a huevo para incluso inmatricular a los futbolines. Más pasta.
Y el pifostio viene a sumarse al marasmo actual, el político (del que como es norma, no hablaré en este blog), el pandémico, vacunas si o no, que por arriba, que por abajo, que si me ha dicho el del estanco que el repartidor de butano de su hermana dice que dan caspa verde, que si en una tertulia televisiva sale un maestro, granaíno por más señas, pontificando que estamos ante una «pandemia mundial», pues ya me dirá si es que hay otras, pandemias a la carta. Y menos mal que la monja Caram, que ya se sabe por entradas anteriores las simpatías que le tengo, lleva un tiempo en silencio; espero que simplemente por que no la llaman. A cambio, se han sumado a la lista de negacionistas antivacunas, personalidades del intelecto científico tan relevantes como Tamara Falcó, vaya por Dios, y ¡¡¡Bigote Arrocet!!!, si es que somos unos iconoclastas desagradecidos. Y ya veremos cuando le toque el pinchazo a Froilán o a Paquirrín, sus respuestas hay que esperarlas por clarividentes y estimulantes sean en el sentido que sean.
Espero de verdad, que cuando esto sea leído ya se esté vacunado con la vacuna que sea, que no pasa nada malo; lo digo por experiencia personal.
Pues sigo pensando que la suma de pamplinas, o no tan pamplinas, al pifostio puede no ser casual. Que aprovechamos cualquier dislate para diluirlo. Un dislate ha sido reproducir aquello de «miembra» pero innovado, me explico: alguien en un paroxismo verborréico con aquello del género, que si trabajadores/trabajadoras, ciudadanos/ciudadanas, quiere sorprendernos (lo consiguió) con un nuevo palabro, en lugar de todos y todas siguiendo en la línea, hace un invento: TODES. No es de extrañar ni necesita más comentario, pero ese celo feminista contrasta con evidentes despistes que suponen mensajes subliminales notorios.
Me refiero al anuncio de una conocidísima marca catalana de pizzas donde un nene dice que deja los estudios de Derecho por la Música. A ver, independientemente de la cara de tontorrón que tiene el nene, primero lo expone a sus padres como en un proyecto de propuesta, el padre frunce el ceño y la madre pone expresión de boba, al entrar una hermana menor en escena, el nene la echa y ella sumisa y obedientemente dice que vale, que me voy; después en la escena supuestamente real el nene al exponer su deseo de cambiar los estudios por la Música, el padre es el que dirime y pontifica, «vale, pásame el agua», mientras la madre recobrando el rictus bobo aunque de otra forma ya que está minimizada ante el poderío de la sentencia del padre, sonríe al nene en un intento de complicidad. ¡¡¡Tortas les daba yo a todos!!!.
Vaya sarta de micromachismos, y no tan micro.
Vamos a seguir con la lectura que en este tiempo es lo más sano. No lo dije pero se habrá deducido, terminé con los Episodios Nacionales, gracias Don Benito. No soy crítico literario, pero es la mejor inversión como lector que he podido hacer, sobrando otros comentarios. Sólo que me temo que he ingresado en la nómina de aquellos que se los han leído enteros, más pequeña de los que presumen de haberlo hecho, casi como El Quijote; soy consciente que algunos de los lectores de este blog lo han hecho, pero coincidirán conmigo.
Ahora estoy acabando uno de Luis Landero y después el que ya aconsejé de mi antiguo compañero Benavente que me acaba de llegar.
Vamos a algunas imágenes:
Algunos dirán ¿quiénes son estos dos?. Quizás sea más conocido el local, es la cocina de la Alhacena de las Monjas, popularizada por Carlos Cano. Estos dos, aparte de grandes amigos son, eran, Pepe Luis Padial y Juan Conde. Juan, el de la sartén ya nos dejó hace tiempo, y Pepe Luis acaba de hacerlo aunque no por el virus, que arrastraba achaques serios. Hablar de ellos necesitaría mucho, sólo apunto el que Juan fue Licenciado en Teología y Pepe Luis en Farmacia, dos buenas personas como pocas. Vaya esta imagen en honor de su memoria y fiel a la simpatía y cariño que siempre les caracterizaba.
Vamos al Museo:
Que las conchas chicas también son importantes. Bulimus y Bithinia. En la de la izquierda se ha conservado la cartela original, en la de la derecha la identificación se realizó gracias a que el responsable de la época, Don Rafael García y Álvarez las numeró pacientemente a plumilla y bastó con consultar en el catálogo de 1888; lo malo es que todas esas conchas estaban dispersas, sueltas y mezcladas en cajones. De chinos, y no engañados.
Pues si, entre los embriones de la colección se cuenta con este feto humano, no sería coherente el que en otra entrada estuviera la imagen de uno de un perro y no se ponga la del humano. Había inicialmente alguno más, pero el descuido en la conservación no posibilitó su rescate; el formol crea un precipitado blanquecino que como una costra se deposita en el ejemplar volviéndolo quebradizo, por eso hay que vigilarlo y cambiarlo periódicamente. En la imagen no se percibe, pero se trata de un feto varón. Dado el tiempo de gestación sería lo que hoy se entiende como un «mal parto» y quizás hubiera tenido posibilidades de salir adelante, estamos en el siglo XXI.
Y cosas de Física para cerrar:
Dos juegos de tubos sonoros. Ideados para mostrar dos de las cualidades básicas del sonido, el tono y el timbre; la tercera, el volumen ya dependería de las ganas de soplar o insuflar. Los tubos llevan inscrita la nota musical, el tono, y según su forma y el tipo de embocadura que son dos diferentes, así será el timbre.
Se contaba con una especie de mesa con un fuelle a pedales y un teclado de una escala, donde se insertaban los tubos en lugar de accionarlos de forma primitiva, es decir soplando. Dicha mesa se integra en el listado de «fantasmagorías patrimoniales», imperdonablemente desapareció durante unas obras.
Menos mal que no terminaron los tubos como instrumentos callejeros.
Y nada más, como de costumbre mis mejores deseos y que eso de que estaremos en «rebaño» en cuanto al virus sea pronto, en cuanto a otras cosas ya lo estamos.