Si, repullo o sobresalto es lo que me dio ayer cuando me enteré que el Museo del Prado serviría anoche de cenáculo para esa reunión militarista. Esta mañana me he tranquilizado algo, ya que en principio me asaltó la idea de fritangas entre las salas, para que los cuadros olieran después, de alguno con dos copas que perdiera el equilibrio (a alguien no le hacen falta las dos copas, lo pierde solito) y provocara un estropicio, pero algo me he tranquilizado, algo solamente, esta mañana al ver que el menú no llevaba ni fritangas ni vapores raros, espero. Claro que ese chef que por otra parte me cae bastante bien, el tal José Andrés, me ha hecho sospechar en una primera instancia, cuando dice que el menú era de «inspiración madrileña»; al momento he pensado en los bocatas de calamares, en las gallinejas y en los callos, precedidos de unas papas bravas como aperitivo y de postre un relachincapcafeconlecheindeplazamayor. Parece ser que no, menos mal. Incluso pienso que los espléndidos bodegones de Sánchez Cotán o de Meléndez habrán cumplido una involuntaria función secretora de glándulas digestivas.
Claro, que para suscitar ideas el Prado es inigualable. Algún comensal pensaría «qué desperdicio, esto se subasta en la quinta avenida, me quedo con él y lo pongo en el garaje de mi rancho en Wisconsin que quedaría genial»; otro pensaría directamente en llevárselo a algún museo londinense que entre tanta rapiña pasaría desapercibido, y quizás alguien diría para sus adentros que lo que está expuesto es una copia, que ya el original se lo regalaron en la Guerra Civil a cambio de pasear sus avioncitos por diversos sitios que le habían indicado. En fin, elucubraciones de las mías.
Claro que también es elucubración el que los responsables de la elección de este cenáculo lo habrán tenido crudo. En Madrid mucho cuidado, si acudes a una administración para elegir el sitio, lo mismo te indican la disponibilidad de un parking municipal, eso si, amplio y con los servicios limpios y con la policía urbana de gala, garantizado. Pero si acudes a otra administración responsable de otro edificio idóneo, lo mismo te dicen que bien, ¡¡¡pero presido yo!!!, recibo y despido a todos los asistentes.
Menos mal que al parecer no he tenido motivos de repullo, pero no puedo evitar que me salga la vena de protección al patrimonio. Vamos a seguir:

Una manifestación de profesores esta semana en Sevilla, como puede ser en muchos sitios. Independientemente que sea una expresión de un sindicato, eso no le quita validez alguna. Es un clamor entre los profesionales, y lo que es peor, que ya hace bastantes años que se viene advirtiendo pero nada, los tejemanejes (si, tejemanejes, que no criterios sólidos) de los que no han pisado un aula ni conocen el tacto y el polvo de la tiza, se impusieron hace tiempo, y siguen de forma cabezona cuando no interesada e ignorando y a veces vituperando, opiniones sólidas, razonadas y razonables. Que no han sido pocas, Gregorio Salvador, Alberto Royo, Luisa Juanatey, Ricardo Moreno y otros muchos ya se manifestaron de forma muy lúcida. Como el lector que me conoce sabe, no sólo estoy en esta línea crítica, sino que en tribunas pertinentes me atreví en su día a manifestarme en este sentido, digo, atreverme a discutir los «proyectos educativos» de Maravall y Rubalcaba. De reaccionario no me bajaron, y eso que no sólo advertí del pastel que se regalaba a la privada, eclesiástica o concertada (vaya eufemismos) en detrimento de la Enseñanza Pública, sino del descenso de calidad en lo social consecuencia del regateo en Conocimientos y Cultura.
Ante tanto rollo con lo de Educación, siempre digo que Enseñando consecuentemente se educa, sin reciprocidad, es decir, que educando no se enseña. Las mayúsculas las pongo donde creo que deben ir.
Valga lo anterior para subrayar la que se ha liado con la Selectividad este año, Selectividad o como se llame ahora: Como hemos hecho «angelitos de porcelana», que si se ha impugnado no se que prueba porque era muy difícil (vaya por Dios, que mala idea), que si se han tenido que levantar a las 7’00 para ir a la prueba (siempre se evita ahora el decir examen, ¿se han dado cuenta?)…pues nada, a seguir así y tendremos profesionales que no saben porqué se les ha caído un viaducto y días después el de al lado, ni preguntan por el estudio geológico previo (¿para que, si eso no lo dimos?). En fin, que basta con ver cualquier concurso televisivo para avergonzarse, y eso que no son pocos los profesores que acuden, de esos que dicen que hay que «aprender a aprender», y así se oyen cosas como que el caballo es un rumiante o que el Miño desemboca en el Mediterráneo.
Igual con las oposiciones, que si la ratio de opositores/plaza es de nueve. Angelitos, han nacido tarde; recuerdo que en las dos que saqué, Profesores Agregados y Catedráticos, éramos más de treinta y cinco por plaza, y nada de restringidas puntuando años de interino…a pelo. Así salimos como salimos, con unas ganas enormes de enseñar aproximando al alumnado lo más posible a que disfrutaran con el Conocimiento. Si no se conoce, no se puede relacionar una cosa con otra, al menos de forma sensata, que a un director de orquesta se le exige una carrera en un instrumento, aparte de la elemental en piano, y conocimiento de varios más. Caso contrario, que se quede tocando la tuba, muy dignamente, pero que no dirija.
Viene de la mano la importancia de leer; me ha hecho gracia en estos días la noticia de que los andaluces somos los que más leemos en el baño. No lo creo, supongo que se referirá a sentados en la taza del retrete, de otra forma dejaríamos la lectura hecha un pingajo. Pues si, por mi parte lo confieso, soy un adicto a ese lugar de lectura, aunque esté contraindicado para las almorranas, pero creo que muchos, sin necesidad de ser andaluces, compartirán esa costumbre que, si ya es fumando es de lo más satisfactoria, escatología aparte. Alguna vez incluso fui con las Páginas Amarillas, «a ver, fontaneros de Guadix».
Vamos a retomar la corrección. Fotos del Museo que dejé en el Suárez:

Un bello ejemplar de alzacola, Sylvia o Cercotrychus galactotes. Aquí el taxidermista fue un poco perezoso, ya que la cola debiera haberla puesto hacia arriba, por eso el nombre de alzacola, pero no se duda de lo bonito que es.
Y otra, que hoy me ha dado por las aves en lo biológico:

Como dicen que las aves límícolas están desapareciendo, y es verdad, aquí va un ejemplar de una de ellas, es el de un Correlimos zarapitín, el pico un poco curvado (que recuerda la curvatura de los zarapitos, y la pechera de color de óxido de hierro. Por lo primero el nombre de la especie, «subarquata», por lo segundo, el nombre científico actual, Callidris ferrugínea. Recuerdo una vez más que el nombre de las cartelas es el que se le dio en el siglo XIX.
Amplío, esta ave es migratoria desde el Norte de Asia hasta nuestras costas. Una atleta.
Y un aparato de Física que considero oportuno en estas fechas:

Pues si, es lo que parece, un guiño LGTBI, ya que algunos lo regatean, este aparato en absoluto, y eso que es del XIX. Su nombre es «Caja de vejiga», y aunque no lo parezca es un accesorio de la máquina de vacío. Se trata de una lata exterior, por donde la tengo sujeta, que en la parte inferior tiene un reborde con muchas hendiduras. Otra lata, la de las bandas coloreadas es hermética y encaja casi totalmente con la primera, teniendo la base (el culo) abombado hacia el interior de forma cóncava. En esa concavidad alojamos una vejiga (sirve un globo pequeño) un poco hinchada, en el interior de la lata algo de peso, unos perdigones sirven. Al colocar el conjunto en una máquina de vacío, éste se comunica a través de las ranuras y la vejiga o el globo comenzará a hincharse empujando la lata hacia arriba y apareciendo las bandas de colores, a poco vacío, el verde y progresivamente los colores inferiores. Didáctico por aquello de demostrar lo de Presión por Volumen es una cantidad constante. Ley de Boyle Mariotte, a menos presión (más vacío) más volumen.
Se trata de un aparato muy poco frecuente en los Museos, y de no ser por mi amigo Francis Gires no lo hubiera identificado. Un día hablaré de él que lo merece.
Y nada más, a por bicarbonato para después de la cena en el Museo. Que nos vaya bien.