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Castúo

Lógicamente la imagen de entrada no tiene nada que ver con el título de la misma. Viene a cuento de la oleada de putadas que le estamos gastando al medio ambiente y que no son de ahora, si nos ponemos en plan histórico hasta Las Médulas en León, hoy atractivo turístico, ya lo fueron, ¿o es que ir reventando montes para la extracción del oro no fue una barbaridad?. Pues la foto es del barco «Mar Egeo», precursor del Prestige que si es más recordado y conocido. Ahí está el barco después de embadurnar las costas gallegas de porquerías petroleras, arder y encallar, o al revés o a la par, ni más ni menos que en la Torre de Hércules en A Coruña. El sujeto que aparece delante, inicio de los años noventa, vuelve a ser mi hijo. Los restos tardaron años en ser retirados. No escarmentamos.

En estos días vuelve la Naturaleza a manifestar su cabreo y se lleva por delante a un montón de estructuras de la Europa «culta y desarrollada», desbordamientos e inundaciones en lugares que los ríos reclaman como suyos, que lo son. Algo así como en la rambla de Albuñol, Granada, en los setenta, que se había edificado a lo largo del lecho de la rambla pasando por alto que las ramblas cuando llueve son temibles por las grandes avenidas de agua, pedruscos, lodo y todo lo que pillan. Daba igual. En otra localidad andaluza en el lecho de la rambla, incluso habían puesto una pista para examinar de conducir. Y me río de los «informes técnicos» hechos a la medida si es que existen.

Vamos a lo de CASTÚO, que en realidad es otra forma de llamar al habla, mejor las hablas, de Extremadura. Vaya por delante que no soy experto lingüista, pero no me resisto a reflexionar sobre ese habla. Viene a cuento por lo que diré a continuación. En plan castúo escribió ni más ni menos que Gabriel y Galán, maestro él, que quería escribir para que el pueblo llano se enterara, apoyado al parecer por Unamuno, tan contradictorio como siempre, y es que ese habla casi exclusivamente rural parece (según algunos lingüistas) ser una variante del astur-leonés que debe conservarse. No voy a entrar, el que quiera que indague en las poesías del citado autor, pero si es cierto que la distinción entre dialectismo y vulgarismo se sitúa en un filo tan tenue que es fácil caer en uno u otro lado. Es aquí donde en estos días que pensamiento y memoria están bastante activos, me recuerdan a Rafael Castellano en La Codorniz, donde publicaba unos supuestos diálogos en castúo entre unos personajes ficticios, Endelencio y Gediondo entre otros, no se sabe si con mucha guasa o era para reivindicar el dialecto, cosa que dudo. Aconsejo su libro recopilatorio «Pan, amor y ecología». Pues uno de los diálogos de los dos ficticios, a propósito de la llegada del Hombre a la Luna, más o menos rezaba: «Estaba el Endelencio rascándose el occipucio por debajo de la boina y con la mirada puesta en la Luna y dijo, ¿Cómo va a ir el jombri a la Luna si en la Luna no hay mósfera, y si no hay mósfera no hay impreción que ez lo que azujeta al terreno?, respondiéndole Gediondo Cudiao que herís anemalás, que tampoco hay mósfera en los maris marítimos y hay ca pez como el cuerpo de un jombri mal comparao». A Castellano hay que reivindicarlo, también era autor de la sección «Tiemble después de haber reído», Ah!, y ganó el premio «Legión de humor», dotado con UNA PESETA; fue en dos ocasiones, total dos pesetas.

Probablemente haya desembocado en lo anterior, el castúo, Castellanos, Gabriel y Galán y casi con Carlos V, tras verme invadido por una serie de vocablos extranjerizantes que no entiendo ni a tiros. Se me puede tachar de pasado, de no estar al día, de cerril y cabezota, pero vamos a ver si se puede uno manejar sin saber lo que es un Startups, influencer, wargaming, bitcoin, shakedown, tiktoker, hosting, offshore, o packging entre otra selva de palabros que si, que si me lo van explicando los entiendo, pero me siento un «jombri en la luna sin mósfera».

Se ha propiciado mi reflexión hacia el castúo como una especie de pseudópodo mental tras una conversación que no tiene nada que ver, o a lo mejor si. He llamado a algunos buenos amigos de los que llevaba tiempo sin saber nada y algo preocupado, no es para menos. Y uno de ellos del que por prudencia omitiré el nombre, me dice que ya se estaba hartando de leer, y que mayormente ve en la tele los clásicos reportajes de historia y de viajes, de los que ya está también, como yo, hasta el moño, que son muy repetidos pero que el menos no son de noticias, que ve que hay muy mala leche y mucha gente mala. Le doy la razón; por eso una vez más ir por tren por la India o ver como hacen una ensalada en Perigord te deja la bilis tranquila.

Yo si he seguido leyendo, tras Galdós y Alvaro De la Iglesia, Camus sigue aparcado, me metí con ese autor, tan magnífico como casi ignorado, que es Max Aub, ya había leído «La gallina ciega», su obra obligada, en esta ocasión algo menor como «Las buenas intenciones». Lo he disfrutado. Pienso que una forma de reivindicar a este autor y su biografía, sería no sólo el incluirlo en el bachillerato (sería mucho pedir) sino en las pruebas de Selectividad o como se llame ahora. Tras Aub, di otro giro y me enfrasqué con Pérez Reverte, Territorio Comanche, debe leerse. Imitando a los cigarrones he dado otro salto y me he chupado El Clavo, de Pedro Antonio de Alarcón, carlista él pero casi paisano al fin y al cabo. Sigo ahora con otros de sus cuentos, me gustan. Y una nota al margen no agradable, si se decía que Málaga era la ciudad de mil tabernas y una sola librería, la cosa no le es propicia, acaba de fallecer el dueño de una de las punteras, Proteo, y ha ardido la otra, Prometeo. Ánimo, menos museos, algunos museos-franquicia, y más librerías.

Vamos a las consabidas imágenes del Museo:

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Como el lector será eso, lector, verá que en la etiqueta pone Alcyonum palmatum. Se trata de un pólipo con cinco extensiones gastrovasculares y al estar fijo al fondo marino de ahí su nombre de «Mano de muerto». Un primo de éste sólo tiene una, Alcyonum digitatum, y por eso se le llama «Dedo de muerto». Este ejemplar lo cogí yo en las playas de Benajarafe, Málaga.

Pues García y Álvarez, ojo, no es el de la foto, ya citado en otras entradas, tuvo la buena idea de que los Primates se disecaran mostrando su carácter más distintivo, la extremidad prensil, es decir, que al tener el pulgar cerrándose de forma opuesta a los demás dedos, la mano servía para coger cosas y como herramienta. Pues héteme aquí que si algunos están cogiendo una rama o una nuez, a este Macaco diana, lo puso en actitud casi erótica cogiéndose el rabo. Su nombre como el de casi todos los macacos es el de Cercopithecus, y la especie saboens. Ahí queda eso.

Algo de Física como siempre:

Pues si, ¡¡¡bingo!!!!, es un xilófono. Sumamente útil para introducir a los discentes en las diferencias entre tono y timbre. Con un macillo al canto, emite una escala diatónica completa, tonos y semitonos.

Y aunque esta vez haya estado en algún párrafo algo trascendente, espero no reincidir. Con mis mejores deseos para lo que queda de canícula.