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Resetear

Mucho tiempo, perdón, muchos calores entre la última entrada y esta. Supongo que a nadie se le pasa ya que mal de muchos, epidemia. Y ya está bien de usar términos como ola o golpes de calor, aunque no se refieran exactamente a lo mismo, una epidemia de calor con todas las de la ley.
En la medida de lo posible, a mediados de agosto intentamos huir a sitios más fresquitos y supuestamente tranquilos y ahí va una muestra:

Sorprende, ¿verdad?. Pues es en Viveiro, en A Mariña lucense, localidad costera en la que menos se puede uno imaginar (yo al menos) esa semanasantería. Lloviendo, pasamos junto a esa iglesia y vi a las figuras de los tres penitentes y sin pensarlo, ¡hazme una foto!. Al lado figuraba una leyenda sobre que si salen el Viernes Santo, que si son de madera y recubiertos de bronce, que si los hizo tal artista, muy bien, pero me dieron la impresión de siniestros, de tétricos, vamos que yo con pocos años los veo preocesionar y me «giño» por las patas abajo. Ya envié esa imagen a algunos amigos, y muchos han coincidido: ¡que susto!.

Pues naturalmente la intención era doble, huir en lo posible de los calores sureños y Resetear, como se dice ahora, es decir desenchufar y volver a enchufar esperanzados en que ese momento de desconexión suponga un alivio reparador.

Aprovecho para informar que en Viveiro, Fox, Barreiros y desde Ribadeo, ya en el oeste de la zona, la amenaza del turismo o turistización, al igual que en muchos otros sitios está siendo notoria. Que se lo cuenten a los venecianos, a los compostelanos o sin ir más lejos aquí mismo en Granada.
Los mismos de la zona opinan que aquello se está convirtiendo en el Benidorm gallego. Esperemos que no.

Por nuestra parte disfrutamos grandemente con las playas de VIveiro, Covas, Vicedo o tantas otras a cual más espectacular, sin bañarnos eso si, que tampoco es cuestión de pasar de un calor obsceno a un frío reclamante de orujo, además, el orujo no me gusta, me da hipo.
Pues aparte de las espléndidas playas, una excursión a Estaca de Bares, cabo, puerto y faro, tampoco se queda atrás. Es el punto más al Norte de España, con unas vistas impresionantes, hoy por hoy aún sin masificar.Comer en el puerto roza el romanticismo.
Haciendo literalmente el turista, en otro momento tomamos una embarcación que nos llevó a O Fuciño do Porco. Un paseo magnífico hasta esa formación granítica que supone casi un tómbolo a partir de la cual ya es océano/mar abierto, y si la lancha poco antes ya empezaba a dar unos vaivenes considerables, a partir de ahí ni te digo. Merece la pena el viajecito, además con un guía que no hablaba ni de fútbol ni de política, iba informando de la costa que nos rodeaba, accidentes geográficos, construcciones…y de forma muy simpática. La tripulación, agradecida.

Esta vez el alojamiento gallego no estuvo a la altura de nuestras expectativas; las razones las omitiré por aquello de la premisa de este blog, seriamente cachondo, pero el rodeo zoológico al mismo fue muy entretenido: nada más llegar, esa tarde apareció un gato delgadísimo con maullidos evidentemente exigentes y con persistencia en la mirada. Lo primero que tuve a mano, una loncha de jamón y creo que a partir de ese momento nos adoptó, no al revés. Pues al cabo de los días, con sus dos comidas diarias ya compradas en el super, y nada de pienso por muy callejero (más bien campero) que fuera, cuando nos vinimos había engordado y allí lo dejamos otra vez a su suerte con gran dolor de corazón.
La cuestión zoológica fue más amplia. En la casa de al lado tenían un magnífico corral con bastantes gallinas en libertad, se paseaban hasta por la carretera, de diversas razas pero, si no lo pongo reviento, un gallo tan hermoso como extravagante, me explico: aparte del extraordinario porte y colorido del plumaje, tenía plumas hasta en los tarsos, en el final de las patas, además «espelechás», de forma que parecían zapatillas o alpargatas y andaba como un pato…un número. Las fotos salían movidas, el gallo no quería. Pero echarles de comer migas de pan o trozos de bizcochos era bastante entretenido.


En lo urbano ya se evidenciaba lo turístico hasta en las cartas de los restaurantes: he pedido un caldo gallego en varios sitios sin ningún éxito, en todos me decían que eso «no lo pide el turismo»; pulpo si, más o menos decente pero en todos los sitios. Luego se quejan de que es marroquí, que no es gallego. Pues claro, alma de cántaro, ¿de donde va a salir tanto tentáculo?, y los precios…pero tranquilos, siempre quedan en esa zona las exquisitas zamburiñas, el bonito y las empanadas. Ah!, y era época de pimientos.

Volviendo a los calores, y usando algunos de los cientos de mensajes recibidos,»memes» parece que se les dice, pues dándole razón a los terraplanistas, y dado que el infierno está abajo (no se porqué siempre lo hemos situado abajo), pues el planeta ha actuado como una sartén. Olé.
Terraplanistas fuera, es evidente el cambio de clima, y aunque estás cosas no son totalmente inmediatas, los avisos están siendo más que preocupantes.
Tentado estoy de hacer una relación de factores, actividades, negocios que provocan esta situación, pero la verdad es que no quiero que se me diluya el efecto del «reseteo» tan pronto; lo que no quiere decir que no lo vaya a hacer.

Mientras yo en Viveiro con mis cervezas y pocas, ya que el acceso a la casa era conduciendo si o si, alguna noticia me ha confirmado mis históricas sospechas, me explico:
En una ocasión, y conocedor de mi melomanía, mi cuñado me puso en su coche con la mejor intención, las sinfonías de Beethoven dirigidas por Gardiner. No sé quien corría más, si el coche o el director de orquesta, y este último además me pareció de una agresividad extemporánea. Puede ser que al tener el oido acostumbrado a las versiones de Klemperer o de Karajan o de Solti o Celibidache (este último me encanta), pues este hombre, Gardiner, me pareció demasiado agresivo. Lo es, confirmado. En este mes de agosto durante un ensayo, un sufrido cantante, un bajo, se equivocó en el escenario y en lugar de salir por un lado lo hizo por otro. El amigo Gardiner no se lo pensó, primero lo abroncó de forma paroxística, y considerando que era poco se fue para el bajo y le abofeteó rematando con un puñetazo en la cara. Menos mal que no hizo uso de la batuta y la usó como Vlad el Empalador. ¡¡¡Cómo están las cabezas!!!.

Se observará que no he recurrido a comentarios sobre negociaciones políticas ni sobre el episodio del calvo dolicocéfalo «pelirrojales», aunque si se me ha venido a la memoria el chascarrillo sobre los de Motril, el del pianista. Para los que no lo conozcan y todo mi respeto los motrileños (y hay un pianista actual muy bueno) ahí va:

Va a iniciar un recital de piano en una ciudad centroeuropea y justo cuando va a poner las manos sobre el teclado se oye una voz desde el público que grita: ¡¡¡Mucho Motril!!!.Acaba el pianista y sorprendido pide a un acomodador que localice al autor y se lo lleve al camerino, que está intrigado.
– ¿Cómo sabes tu que yo soy de Motril?
– Paisano, porque cuando te he visto sentarte, en lugar de acercar la banqueta al piano, has levantado el piano y te lo has acercado sin mover la banqueta. Inmediatamente pensé: esto no se le ocurre a nadie que no sea de Motril
.

Ya lo se, muy viejo; pero la ocasión casi me lo impone.

Y evitando reiteraciones lo dejo, Froilan estará preparando la bibliografía para el nuevo curso y no quiero importunarle. La hermana haciendo cuentas con las revistas del corazón y que sea lo que Dios quiera.

No quiero ponerme en plan cósmico, pero es necesaria una introspección colectiva. Por eso voy a dar paso a las imágenes de elementos del Museo del Suárez:

Familia completa. De izquierda a derecha, hembra adulta, anadón (polluelo), y macho adulto. Como muchos habrán identificado son patos comunes, ánade real si se quiere. En estos tiempos en los que nos llaman la atención los ejemplares en peligro o riesgo de extinción, de vez en cuando es bueno fijarnos en los que nos rodean cotidianamente. Son muy bonitos. Anas penelope o Anas Boscher (este último nombre es obsoleto hoy día, no así en la etiqueta del siglo XIX).

Precioso ejemplar de «culebra de escalera», la etiqueta no es histórica porque el ejemplar es de los que cedí procedente de mi colección personal, Como todos los reptiles, al igual que los anfibios, en la actualidad está protegido. Si pusiéramos este ejemplar derecho, veríamos que mide casi metro y medio. Los dibujos en las escamas evidencian el porqué se le llama «de escalera», el género Elaphe es el nombre más usado, aunque hay mucho listillo que usan otros, confusión es lo único que consiguen a mi parecer.

Y algo de Física como de costumbre:

No es tan raro aunque lo parezca. Es un bellísimo artilugio exclusivamente didáctico o demostrativo del Principio de Pascal: «la presión ejercida en un líquido se transmite por igual a todos los puntos del líquido», lo más inmediato sería recurrir a la prensa hidráulica, pero este es muy vistoso. Una esfera metálica de la que parten diversos tubos de distintos lugares y geometrías; la esfera se llena de agua por el conducto superior y posteriormente por este mismo se introduce un émbolo ajustado ejerciendo presión. A primera vista por cada conducto de vidrio saldría el agua de forma distinta, pero no, la hidráulica es democrática, a todos les llega la misma presión. ¡¡¡Viva Pascal!!.
El aparato deja un espacio bajo la esfera por si se quiere colocar un mechero y calentar el agua, pero la experiencia así es demasiado lenta.

Feliz otoño si es que no doy antes señales de vida.