Archivo por meses: noviembre 2022

¡¡¡Susórdenes!!!

Un mes, si, un mes entre esta entrada y la anterior («Canastos») que aconsejo leer a los que no lo hicieran para tomar el hilo de esta.

Fácilmente entenderán el porqué de este mes otoñal silencioso. Lo haré tras la primera imagen «festiva» con que suelo iniciar estas prístinas entradas:

Con tanto jalloven y tanta tontería supuestamente siniestra (ya dediqué una entrada a esta memez), he rebuscado esta imagen de una estancia en Londres, que no se queda atrás en lo tétrico. Camino a la casa de mi hijo y de mi nuera, me dio un ataque de Nosferatu, y encima con la pipa ya en una mano casi escondida porque eso si, no se podía fumar dentro, que estos ingleses son muy mirados.

Pues como decía, lo de este mes creo que se entenderá: ¿No ha pasado más de una vez que se ha tenido un sueño, y al día siguiente se repite? Pues eso, y encima el sueño fue una pesadilla. Si en la primera ocasión quedé cansadísimo, hecho un tubo de dentífrico estrujado, con mi recogedor en una mano y el escobón en la otra, vestido de legionario tras obedecer con un «¡¡¡Susórdenes!!!» y colocarme tras el culo de la cabra, escapada posterior portando cagarrutas y demás peripecias, a la noche siguiente la pesadilla continuó y para peor. Cuento:

Salía yo del café Gijón, con mi recogedor y el escobón ya libres de cagarrutas, y me planteé quietarme de en medio, bordeé la calle, tomé una cuesta y me encontré ante una boca de metro que ponía «Chueca». Creía que en el interior iban a cantar lo del «pobre chica la que tiene que servir…», por aquello de la proximidad a mi estampa lastimosa, pero no, bajé una escaleras buscando a la soprano y lo que vi fueron unos bancos frente a unos trenes que pasaban. Me dije, ¡¡¡aquí!!, me tumbé en uno de los bancos menos sucios, me quedé frito no sé cuanto tiempo y al despertar me encontré de nuevo el recogedor lleno, pero esta vez no de cagarrutas caprinas, sino de procedencia canina, además con unos anillos de moscas alrededor de mi cabeza que, como si fuera Saturno, servía de núcleo de atracción. Menos mal que la borla que cae desde la gorra las espantaba de mis ojos y narices. Para algo debía servir, digo yo. Me refiero a la borla.
Salí a la calle y vi otra abundancia de banderas, pero con más colores que las de abajo en el desfile. Casi completaban el arco iris. Desorientado, pero a paso legionario y con toda la dignidad del mundo, fui por varias calles y de repente me encuentro cierta aglomeración alrededor de una estatua con otro legionario como yo, sólo que de metal y mucho más grande. Me cuadré al momento y con el recogedor y el escobón le hice un «presenten armas» que ya quisieran los novatos. El grupo de asistentes rompió a aplaudirme llegando a la ovación, mientras me gritaban ¡¡¡»Viva Millán Astray»!!!, ¡¡¡Muera la inteligencia!!!, y de entre ellos se me acercó uno bajito que, escoltado por guardias municipales, me abrazó y me pidió mi dirección para enviarme una cesta por Navidad llena de madroños.

Se comprenderá que la resaca de estas noches de pesadillas me han dejado listo. Menos mal que parece que no se ha repetido la pesadilla. Aunque totalmente despierto me encuentro con otras cosas que casi lo son. Al referir el sueño a alguien, me ha respondido: «eso es un metaverso», y me he planteado si lo de «muera la inteligencia» me ha hecho efecto. ¿Qué será eso del metaverso», ¿Será que me he vuelto tonto del todo y no lo entiendo?, Como tampoco entiendo lo del «Vishing» o el «Sexting»; con calzador y la ayuda de Google lo de «Resiliencia», y ya para el suicidio cuando, una vez superados algunos palabros, que no palabras, de los que amenazan a los profesores, aquellos de «procedimentales» o «actitudinales», lo de «diseño curricular» o «competencias», ahora una nueva vuelta de tuerca, los «descriptores educativos». Bendita jubilación. Vamos, que si me pilla en activo y me dicen que me toca ser «descriptor educativo», al pronto cojo el recogedor y el escobón de la pesadilla y me pongo a bailar una polka entre la selva de ordenadores y alumnos en que se han convertido las aulas. Pues no soy yo nadie como «descriptor educativo». Lo dicho, lo de «muera la inteligencia» parece que surte su efecto.

Y antes de pasar a las imágenes del Museo, un ruego, léanse los pies de las mismas. Hoy la explicación de algunas supera a lo científico y deben conocerse.

Ya se que no está completo, que es una sección de la parte central de un trilobites, el tórax, pero no deja de ser muy vistoso por su enorme tamaño, los trilobites no solían ser artrópodos gigantes, y este Paradoxides, de estar completo llegaría al medio metro. Ya Pio Baroja eligió este nombre del trilobites para su personaje literario, Silvestre Paradox, por su afición a la Paleontología.

Una hermosa defensa de rinoceronte, 87 cms ni más ni menos. En el catálogo histórico, 1888, figura como procedente de la India, y en la actualidad en la India no hay rinocerontes con defensas tan descomunales. Se deduce que este propietario decimonónico no sólo es que esté muerto, que lo está inevitablemente, es que se ha extinguido, seguirán otros más modestos y que ofrezcan menos materia prima supuestamente afrodisíaca,

Y ahora de Física:

Van las dos imágenes seguidas.
La de arriba es un aparato de radiotelegrafía, un Morse, con su cinta y todo, el pulsador está aparte.
El de abajo se conoce como Cohesor de Bradley o de Branly y su uso es complementario al anterior aparato. Nos informa de cuando se reciben mensajes.
Pues bien, estas dos joyas supusieron en otro Instituto el que arrasaran con todo el patrimonio. Me explico, 1872, 1876. Guerra Carlista, Cuenca. Se produjo el penoso hecho del saqueo de la ciudad conocido como «Saca de Cuenca», los carlistas reivindicando a Carlos VII, en el pecho bordado el lema «detente bala», con las consignas de «Dios, Patria y Rey», «Altar y trono», o «Abajo el liberalismo», se enteran que en el Instituto que ya previamente habían usado como cárcel, estaban estos aparatos de telegrafía entre los instrumentos de Física. Solución rápida para evitar que se comuniquen con las tropas liberales, se arrasa el Instituto y listo. Medidas quirúrgicas propias de quienes llevaban esas consignas.
Lo anterior, no solo está recogido en estudios recientes, hasta mi compañero y amigo Antonio Prado lo citó en un artículo de nuestra revista «Cátedras y Gabinetes», sino que fue bastante bien reflejado por Don Benito Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales.

Lo dicho, «Muera la inteligencia».

Y aquí lo dejo hoy, se me han quedado cosillas en el tintero, pero eso, si no vuelven las pesadillas, será pronto. Abrazos, besos y arrumacos a todos.