Alcázar

Pues voy primero a la imagen y después a lo de «Alcázar».

La imagen: Sobre el año 1984, lugar el domicilio de Carlos Villarreal y Antonio Carvajal, de Carlos me ocuparé otro día ya que eso es como hablar de los Reyes Católicos. El de la izquierda es un joven Antonio Carvajal, con maneras ya apuntadas sobradamente para el Premio Nacional de Poesía que luego obtuvo, y el de la derecha, más bajito, mi hijo con unos seis años y con las gafas de su madre. Hoy día ninguno de los dos tiene los pelos de la cabeza de esa manera profusa.

Vamos a lo de «Alcázar» que es el encabezamiento y no va por amigos que así se apelliden, tranquilo Pablo, va porque traigo aquí la frase de «El Alcázar no se rinde», no porque quiera ensalzar el hecho aquel que nos vendían como una repetición histórica de Guzmán el Bueno en Tarifa etcétera, sino porque ante algunas insistencias sobre este blog, que si me meta en política, en futbol y otros aspectos, respondo eso, que el Alcázar no se rinde, que seguiré con el blog procurando no entrar en esos terrenos. Aunque si volveré más adelante en esta entrada a referirme tozudamente, irredento, a otros aspectos.

Rodeado de todos los artículos y opiniones sobre lo desencadenado por los adolescentes o no tanto, en este supuesto tiempo de regreso a la normalidad desde la pandemia furibunda, confieso que al igual que muchos, me descubro ante la carta redactada por una Jefa de Estudios de Instituto al respecto aunque suene fuerte la frase: «la egoísta panda de mezquinos que ha ido a Mallorca a hacer lo que les salga del nabo…». Es fácil encontrar el texto completo, pero se evidencia que hay temor, hiperproteccionismo mental, hiperconsentimiento, y varios hiper, antes que decir a un joven algo muy sencillo: No vas. Así de claro, y si no quieres ver los riesgos peor para ti. Probablemente el «experto de turno» nos diría que estamos afectando a su futuro estado emocional (estoy de lo de emocional hasta los cataplines), que hay que dejarles su iniciativa, aunque sea coger un colocón de absenta o hincharse de higos chumbos sin pelar. Y no es que uno por razones de edad caiga en la tarabilla de vituperar a lo juvenil por el hecho de serlo, en absoluto, es pura lógica en estas situaciones. Y menos mal que el sarao no lo han organizado los propios Institutos o Colegios privados, que les hubiera caído la mayor a los profesores, que han sido agencias que han captado a los «jóvenes con iniciativas». En ese supuesto ya se estaría pidiendo la cabeza de profesores y hasta de la ministra.

Esos «hiper» del párrafo anterior ya vienen dibujados desde los cochecitos de niño. Si en la entrada anterior hablaba del «peatón-cartabón» que con el perrito hacía de una acera un espacio casi intransitable, ahora refresco la memoria con el tamaño descomunal de los cochecitos de niño, auténticas jardineras de tranvías; llevan hasta el último adminículo para que al nene no le falte el más mínimo capricho durante el paseo, forrados, enguatados, con marquesina transparente o no, un dislate de diseño para ese futuro excursionista a Mallorca. Mi conciencia histórica está tranquila; en su momento usé un cochecito plegable que quedaba como un bastón y su duración era la que tenía que ser, hasta echar a andar. De esos ya casi no se ven, ahora entra en juego el «qué dirán» y el manido hiperproteccionismo. Aparte que, ya puestos, sirva para hacer la compra y otras ocurrencias. Lo mejor es cuando el niño va en brazos porque lo dice él, y el carrito por delante embistiendo sinuosamente al personal. ¡¡¡Padres!!!.

Y otra, por fin pude obtener el certificado de vacunación. De fácil, nada, los que somos de MUFACE (ojo, que en su momento nos obligaron) hamos ido literalmente de culo. Tras varias gestiones me proporcionaron un pedazo número que ya que creía iba a funcionar salió en escena lo de moda ¿tiene instalada la apps?; juro que puse cara de ovni. Pero compruebo que tengo que tener esas dichosas apps (que en el fondo sigo sin saber muy bien que son) para todo, para el banco, para la luz, y me temo que en breve para obtener un trozo de papel higiénico, el dispensador de El Elefante o de cualquier otra marca. La cuestión es que obtuve el certificado y creí en la intervención divina.

A lo literario. Como dije, y si no lo dije lo digo ahora, acabé con los «Episodios» (este Galdós es más actual que las apps), cayó un librito de Luis Landero, otro de mi amigo Bustamante que cité en entradas anteriores, y con pecho de lata me dije que «ahora La Peste, de Camus, que es el momento coherente con la pandemia». Demasiado, lo digo porque con los calores y con el entorno, Camus me superó y lo aparqué por la mitad, prometo retomarlo aunque tenga que hacerlo desde el principio, pero es que los ánimos me los dejaba por los suelos. Por eso pasé del Yin al Yang: uno de Álvaro De la Iglesia, «Los hijos de Pu» con párrafos hilarantes aunque en otros se le nota sus antecedentes ideológicos, pero merece la pena que te arranquen una risa en estos momentos. Me dije que estaba cayendo casi en lo frívolo y, reflexionando, volví a Galdós que siempre es una garantía: «Misericordia» no ha defraudado nada; un novelón que ya mereció una reflexión más que elogiosa de María Zambrano.

Mientras pienso que será lo próximo, me llamó la atención el que en un concurso de los tontorrones que hay en la tele preguntaran sobre la autoría de la frase «La ingratitud es hija de la soberbia» ; la reconocí acertadamente como cervantina y del todo vigente, lo digo incluso en lo personal, tal como suena, especialmente si la soberbia o los actos soberbios proceden, como es muy frecuente, de aquellos que con sus más que probables complejos de inferioridad se ven desasistidos de razones. Les queda la soberbia, para los demás la ingratitud.

Pues como decía al principio que «El Alcázar no se rinde», seguiré insertando imágenes comentadas del Museo del Instituto, aunque me da la impresión que a algunos les puede hasta estorbar. Ahí van de animales no humanos:

Un buen ejemplar de desmán, en este caso ruso no de los Pirineos, que no es que haya muchos pero los hay. Clasificado como Myogale moscovitica, aunque los «moelnos» dicen generalmente Desmana. En plan didáctico lo presentaba como una especie de musaraña gigante, y no iba mal, ya que junto con las musarañas, erizos y topos, son el grupo de los Insectívoros. Éste con una especie de trompa móvil en el hocico, casi probóscide.

El magnífico ejemplar de lince, de lince de Sierra Nevada de cuando en Sierra Nevada había linces. Este pertenece a la colección histórica, hay otro que nos dejó en depósito la Guardia Civil que lo había incautado. Bienvenido, no fue el único ejemplar depositado.

Una Aplysia, más conocida como «Liebre de mar». Reconozco que no es precisamente una belleza pero si es muy interesante. Una especia de gasterópodo, de caracol, sin concha, y en este caso de algo más de quince centímetros; el color original depende de la alimentación, del tipo de algas que se ha comido, después con el líquido conservante se vuelven muy pálidos; echan un chorro de tinta púrpura oscuro que mejor que no te manches. Ese ejemplar lo cogí personalmente en las playas de Benajarafe. Cedido al Museo posteriormente como es evidente y como otros tantos.

Y algo de Física para ir acabando:

Aparentemente un simple cilindro de madera. Pues no, se trata de una «Paradoja mecánica», algo para demostrar, casi como Física recreativa, que la posición del centro de gravedad de un sólido determinará el equilibrio del mismo. A ese cilindro se le ha practicado un orificio, visible en la superficie superior, y se ha rellenado de plomo de forma excéntrica, es decir que el centro de gravedad quede desplazado obligadamente. De esa forma su rodadura será una auténtica guasa e incluso podría ascender por un plano inclinado según la postura. En plan casero puede hacerse el mismo artilugio con una lata de refrescos a la que agitemos fuertemente para que el gas se acumule en un lateral.

Y nada más en este incipiente mes de julio, que sigamos prudentes con las medidas y que no nos falte el humor. Como decía aquél del concurso, «Yo, sigo».

Abrazos muy fuertes.

13 comentarios en “Alcázar

  1. Maria Luz

    Muy acertado el comentario sobre las causas del comportamiento de los jóvenes y no tan jóvenes. Y como colofón, genial tu sutil expresión de “animal no humano” en la presentación de las fotos habituales. Quien pueda entender, que entienda.
    Buen verano, Luis. Abrazos miles.

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  2. Antonio Prado

    Parabienes Luis, una entrada de lo más variada: recuerdos, toques educativos y administrativos, las habituales secciones de bichología y aparejos y lo que más me gusta personalmente, las lecturas. El libro de María Zambrano sobre Galdós al que aludes (La España de Galdós) es lectura muy recomendable, porque a través de Nina o Benina, la protagonista de Misericordia, se refleja el papel de la mujer en la España de la época. Por cierto, Zambrano no se olvida de Tristana (mucho más conocida por la versión cinematográfica), y si a eso le añades Fortunata y Jacinta, el olimpo femenino de Galdós adquiere valores literarios épicos.

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    1. Luis Castellon Serrano Autor

      Antonio, estás hablando, al igual que yo pretendo, de PERSONAS en mayúscula, de esas que estarían perdidas en el marasmo de un libro de texto actual. Van a terminar si no lo han hecho ya, tachándonos de elitistas. Muchas gracias por tu comentario

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  3. Paco Moya

    Entretenido artículo Luis, que con estos calores refrescan la mente.
    Desde que vi la noticia lo fue lo primero que pensé, “los padres”.
    He anotado esas lecturas clásicas que aún tengo pendientes, si bien aconsejo el último libro que acabo de leer, “Otra Realidad”, del amigo Varoufakis, interesante reflexión en modo de novela entretenida sobre otra alternativa al actual sistema.

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  4. antonio

    Viendo la foto, recuerdo un verso de Manuel Altolaguirre que le gustaba citar a Vicente Aleixandre: ¡Puras y alegres tardes del pasado!. Aunque hiciste la foto por la mañana, la luz de patio antiguo le da un toque de día sin horas y, si no me miro en el espejo, a Luisito y a mí nos da una edad sin años, quiero decir que él sigue siendo tu niño y yo tu amigo.

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