Campamentos (y II)

Digo lo mismo: Algo más de un mes entre una entrada y otra, debo corregirlo si me dejan, pero han sido demasiadas ocupaciones.

Lo de los Campamentos, como ya dije tenía una preparación previa bastante pensada. Por un lado en cuanto a los contenidos y por otro la infraestructura. Respecto a este último aspecto, al principio me planteé un hostal, una residencia por esa zona programada, hasta que la Krmela (mi mujer) me recordó/recomendó el CEULAJ del que yo le había hablado tanto y bien. Me puse en contacto y recogí lo que llamo las plusvalías de mis contactos. Se acordaban de mi en muy positivo de mis estancias cuando Jóvenes Investigadores y me orientaron de los pasos a dar en el Instituto Nacional de la Juventud para obtener la máxima deducción en los precios. Así lo hice mediante un fax y mi sorpresa fue una llamada telefónica del propio director diciéndome que contara con la máxima reducción, que estaba sorprendido y encantado con la propuesta y el programa, que mientras dependiera de él la tarifa era sólo la de comedor, no la de alojamiento que era gratis. Olé.
La otra cuestión era la del autocar, pero eso era muy fácil, «mi alsinamateos», es decir la empresa de siempre para las excursiones, Mateos el de Villanueva del Trabuco con «mi Pepe» de chófer que además se conocía esos andurriales como la palma de la mano y con la ventaja de que por la proximidad no tenía que alojarse en el CEULAJ sino en su casa.
No me puedo resistir, siempre he tenido debilidad por el personal que no siendo docente ha sido imprescindible:

La foto no corresponde a Campamentos pero si a excursiones y en los mismos sitios, Los Alazores. Mi Pepe, el chófer, entre la Krmela (iz) y Consuelo García (Chelo) otra profesora.

La cuestión económica era casi simbólica, ya que la Asociación de Padres San Cecilio, se volcó y subvencionó considerablemente; un presidente apañadísimo, Pedro San Ginés, que quizás por ser profesor de chino entendió perfectamente los beneficios intelectuales del Campamento.

Venía otra cuestión, al ser el grupo de asistentes numeroso no podían ir conmigo exclusivamente, debía acompañarme otro profesor independiente de los apóstoles, y al comienzo me acompañó Elvira Puente Antón que no figura en fotos de Campamentos pero si en esta que tampoco me resisto a insertar:

Hablar de Elvira no es fácil para mí; nos conocimos en los Jóvenes Investigadores y le caí gordísimo. En honor a la verdad presentó un trabajo (tiempo más tarde me lo reconoció) muy endeble y lo critiqué con contundencia. Cuando aterrizó en el Suárez la cosa dio un vuelco y paso a ser una magnífica amiga; lo malo es que integra mi nómina de buenísimos amigos desaparecidos al día de hoy: Moncho, Antonio Moyano, Juan Alonso y esta última.

De los alumnos para que hablar, ya apunté en la entrada anterior que aprendían y disfrutaban de lo lindo, ahora alguna que otra reseña:

Ordenando las anotaciones en un descanso (previamente al servicio, opcional naturalmente) y a recapitular.

O en plena intendencia:

Lo malo de esta última es mi jersey, modelo Bárcenas.

En fin, fueron más de doce Campamentos que se suspendieron en el tiempo por una circunstancia ajena a éste catedrático fumador y barbudo que suscribe. En el Seminario de Ciencias Naturales, modernamente Departamento de Biología y Geología, decidieron eliminar las salidas al campo ya que no se reconocían horas, y como yo estaba liberado para el Museo y ahí no tenía arte ni parte, pues a respetar la decisión y santa palabra. La verdad es que a mi tampoco se me reconocía absolutamente nada desde el principio y los Campamentos se realizaban puntualmente.

Mi agradecimiento a apóstoles (en especial a Pedro), a profesores acompañantes (Elvira y Pedro Camats), a Mateos, al CEULAJ (Rosi y Paqui, cariñosísimas e imprescindibles) y en especial a los alumnos, siempre integrados.

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