Investigaciones

Desocupado lector:

Ya el encabezamiento es un plagio cínico que la gran mayoría reconocerá; para los que les sorprenda, a investigar, que para eso la entrada va por ahí.
Digo investigaciones porque frecuentemente me planteo el cómo se han realizado, como se dice ahora la «metodología» en lugar del método. Viene a cuento de que me entero en este comienzo de año que si te cepillas bien los dientes la pilila responde con alegría, que si no, la pilila se queda tristona. ¿Quién estará detrás de esa tontería?, ¿Una marca de dentífricos?¿De cepillos de dientes?, lo digo porque como para el colesterol parece que detrás hay ciertos laboratorios con ganas de vender, pues lo mismo. Pero en este caso me planteo si es que han ido por la calle preguntando sesudamente a aquellos con dientes marfileños si tenían problemas o gatillazos a sabiendas que estarían próximos al priapismo, o bien por el contrario, con dentadura cinerea cabizbajos por que ni con una grúa aquello despegaba del influjo gravitacional. Misterios de la metodología de la genial investigación.
Similar a la posible aseveración de que comer pipas con sal previene de la caspa, o aquello de que la frecuencia de la estridulación de los grillos si la aplicamos a un formulón matemático nos dice la temperatura.
Se me viene a la memoria aquello de «como se que te gusta el arroz con leche, por debajo de la puerta te echo un ladrillo» y ya al interlocutor desorientado se le añade «por eso los albañiles llevan alpargatas blancas«. Total.

Para esa cohorte que está de moda en investigaciones, les propongo una igual de extravagante: El oler el borde de una carpeta llevando gorra y gafas de sol, ¿determina que andes con los pies planos como un ánade, y que bracees como un novillero en el paseillo?. Lo dejo porque me arriesgo a que me instalen una cámara oculta en el fondo de la taza del retrete.

Vamos a una imagen nuevamente coral:

Años ochenta; en la puerta del Restaurante Alhacena de las Monjas. Un potaje de personal. por la izquierda, García-Arias, un artista de los pinceles; el arcipreste de Antequera; la esposa del alcalde de San Fé; Juan Conde uno de los propietarios gastrónomo; Paquito Fenoy trabajador del restaurante; Carmela y a su lado Pepe Luis Padial el otro propietario; el menda y Paquito «el listo», otro trabajador; arrodillados Antonio Carvajal poetazo y siempre amigo y Basilio, el trabajador que faltaba. Lo dicho, un potaje intelectual y personal. Nos llevábamos de p.m.

Pues siguiendo con la línea de extravagancias, ahí va esa imagen:

Un ejemplar de ornitorrinco del Museo de mi antiguo Instituto. No hace falta una investigación muy sesuda para deducir que es (o era) hembra; le faltan los espolones en las patas traseras.

Y otra:

Me dan cosilla, los caballitos de mar están prácticamente en extinción. El de la izquierda es de la colección histórica, el del centro lo cedió Luis M. Calenti, antiguo alumno muy buena persona, y el ejemplar de la derecha lo encontré yo en la playa de Benajarafe.

Vamos a acabar enero como corresponde, con frío. Abrazos, besos y arrumacos.

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