El título de la entrada es una palabra que no suena bien, que no es ni agradable ni musical. Solemos emplearla al referirnos a una mezcolanza absurda de cosas o ideas indeseables o que no se compadecen entre ellas. En plan culto un bodrio era una especie de caldo de desechos, con sangre de cerdo y cebolla que se impartía como alimento entre los pobres. Una asquerosidad.
Pues más o menos están así al menos los integrantes de mi encéfalo. Si en otra ocasión titulé una entrada como el «estropajo», refiriéndome al estado próximo a la confusión, en esta digo bodrio añadiendo el sentido desagradable y casi escatológico. Esto me ha supuesto algún olvido imperdonable. Ayer sin ir más lejos fue Santa Teresa, y aparte de felicitar a las Teresas de rigor, que uno es muy cumplido para eso, no festejé adecuadamente el que la Santa es la Patrona de los literatos, de los escritores y de las imprentas.
De forma que ya estamos en los prolegómenos de esa gilipollez importada que es Halloween y que a culazos o codazos ha quitado de en medio a nuestro Tenorio, y encima se nos olvida la importancia de nuestra Santa, y eso que uno tiende a lo iconoclasta como es sabido. Bodrio mental.
Sobra el decir quienes son los componentes del bodrio: virus, coronavirus, vacuna para la gripe, bondad de mascarillas, rendición total a la hostelería, pruebas diagnósticas y la trapalacería del hacer político, es el condimento fundamental. Por eso me reafirmo siguiendo el consejo atribuido a Francisco Franco: Haga como yo, no entre en política. Si lo hiciera, el infierno de Dante sería un parque infantil (ludoteca, dirían hoy nuestros psicopedagogos). Que nadie lo dude, y los que me conocen saben que sería así.
Obligadamente alguna alusión al ambiente vírico tengo que hacer, y la primera es una que me sorprendió optimistamente un consejo de los «expertos» de la propagación del virus por la atmósfera, que si estuviéramos callados dos meses el virus desaparecería. Sencillamente genial, pero callados todos, y cuando digo todos idealizo a todos, contertulios, repartidores de butano, diputados, ujieres, diáconos, fontaneros…hasta los vendedores de la ONCE. Por un momento cerrar los ojos e imaginar ese paraíso.
Es ese ambiente el que me ha propiciado algún onirismo imposible. He soñado con Gila cogiendo el teléfono y llamando
¿Abu Dabi?…
¿Está el emérito?…
Que se ponga…
¿Emérito?… no, que me decía yo si se encuentra bien, que aquí hay una rubia con pinta de guiri que está soltando unas cosas…
¿Que son inventos?…
Ya me lo parecía, y es que de las guiris no hay que fiarse, que donde se pongan las de Navalmoral de la Mata…
Desperté súbitamente sin ubicarme.
Muestras del bodrio. Y no quiero hablar de mi transposición mental a una situación de catedrático en activo. Primero porque el cuerpo de catedráticos es inexistente como ya dije en otra entrada, pero añado el que no me veo dando clases a un cacharro, a un ordenador; yo, con los histriónico y teatrero que era en el aula, y manteniendo preguntas con casi todos a la vez; ahora una camarita y una pantalla reticulada con las caras del personal como los cromos de un álbum. Ni me veo yo ni veo a muchos a los que compadezco, pero es lo que parece que hay.
Y no entiendo porqué no se profundiza en la «demonización» de la juventud en este cotarro de contagio vírico, cuando en ese contagio están participando muchos segmentos de edad. Creo, y no equivocándome mucho, que en el fondo hay un deterioro colectivo ya advertido con la implantación de LOGSE y derivados. Una vez más, sin pretender coloquios estériles, defiendo que enseñando se educa y educando veríamos si se enseña. Nos hemos estado equivocando con eso de la «educación», dicen esos supuestos «expertos» que lo que hay es que aprender a aprender; olé, y como no se aprende de esa forma el remedio sería aprender a aprender a aprender. Como dijo el más tonto de mi promoción que tuvo que cambiar de plan de estudios para poder tener el título, al incorporarse a una escuela de magisterio, sin pudor, voy a ser profesor de profesores. Y claro, es tonto pensar que esas cosas se quedan sólo en el alumnado, se difunden familiar y socialmente. Si se cumplen, como se cumplen, lo vaticinado por Don Gregorio (Marañón) «La Enseñanza Media es la Enseñanza medular de un país«, o por Don Benito (Pérez Galdós)»…y sobre todo, en Instrucción Pública, que es el barómetro, ya lo saben ustedes, barómetro de la civilización de los pueblos«. Pues los efectos negativos de no priorizar la Enseñanza aquí los tenemos, por ósmosis o difusión implantados en los terraceros o botelloneros o asistentes a cumpleaños y demás saraos, no sólo en segmentos juveniles. Como también apuntaba Don Benito, la ignorancia es la antesala de la zafiedad.
Mejor lo dejo, que me estoy poniendo demasiado trascendente.
Pues al cocinero del bodrio se le escapó algún torrezno y fui obsequiado con algo personalmente muy agradable:
Pues resulta que mi amigo Leandro, en su confinamiento en una residencia, pensó que para matarlo sería bueno el distraerse con el vídeo de este menda desarmando las maquetas del Dr. Auzoux; hizo la foto a su ordenador y me la envió. Hay que rendirse a lo «on line». Mil gracias Leandro por considerarme una «terapia» en el bodrio.
Para los impacientes, ahí va una imagen de «las tripas de la maqueta», ah!, no es de un salmón, es de una perca marina o corvina:
Aprovecho para indicar que si bien he picoteado en anteriores entradas muchas imágenes de las colecciones del Museo, nunca había metido mano a las maquetas (Modelos Clásticos) del Dr. Auzoux. Imperdonable pero intentaré de forma, diría que simbiótica, el corregirlo. Como intentar aquí, por escrito, desarrollar los que supone esta colección, su valor científico, su belleza e interés, voy a insertar unos enlaces a unos videos que constituyeron una muy buena aproximación a la misma. ¡¡¡Pinchad y verlos, holgazanes!!!, que por eso he dicho simbiótica:
https://vimeo.com/73996219
No es que tengan una calidad cinematográfica de Hollywood, pero cumplen de sobra su cometido. Insisto en que se vean, no os aburriréis.
Y ahora para despedirme, algo sobre la Sala de Física:
Aunque este material lo ubiqué en la Sala de Física, es evidentemente de laboratorio químico:
Se trata de tres crisoles del llamado «Barro de Zamora», con su tapadera y todo. Hoy día impensable el usarlos en un Instituto, creo. Son recipientes adecuados para «disgregaciones», es decir, atacar al material a investigar mediante ácidos o álcalis muy fuertes y a altas temperaturas, de ahí lo de Zamora, que eran famosos por lo refractarios. Si hoy se usaran, se presentaría el orientador u orientadora, los padres y hasta protección civil. Mejor dejarlo.
me he entretenido agradablemente
Gracias Guillermo, no olvides los enlaces, te entretendrás aún más.
Mañana veré los enlaces. Muchas gracias Luis.
Abrazos
Mercedes
Muy interesantes los vídeos. El Dr. Auzoux menudo legado nos ha dejado a los Institutos Históricos, una maravilla.
Muy bien esos sueños que tienes Luis con Gila!!!
Un abrazo
Muchas gracias por intervenir a todos los que lo habéis hecho. Seguiremos.