Ojú

 No me negarán que no existen motivos tal día como hoy para no decir otra cosa, OJÚ. Entre que ya se le ve, ya era hora, el final al 2020, y entre el frío que hace que por cierto no es raro por estas fechas…vuelvo a decir ojú. Desde el balcón he visto a un cuervo o un grajo, que con esto del confinamiento se están viendo en las ciudades aves infrecuentes, pero en este caso me he acordado de aquello de «cuando el grajo vuela bajo, hace un frío del carajo». Se me forman, como casi a todos, los delatores estalacmocos, palabra cuyo significado es evidente, del griego «estalactos» que significa «que cae», y del castellano moco, no hace falta insistir.

Pues en estos días entre entrada y entrada de este magno blog, he caído en que llevo un tiempo sin hablar del tabaco y del fumar. He tirado por la calle de en medio adelantándome a medidas amenazantes, no fumo por la calle para nada, ni en terrazas que no las frecuento por cierto. Por la calle la mascarilla, a fumar, en mi casa  que no pasa nada, y que a nadie se le ocurra aconsejarme que es un momento propicio para dejarlo; allá cada cual con sus costumbres y vicios. Lo que si es de valorar es que en este tiempo no he visto a la monja argentina insufrible, Sor Lucía gracias por el alivio, debe estar recapacitando o pergeñando nuevas intervenciones dogmáticas documentadas vaya usted a saber dónde.

Entre el entorno político y el del virus, así como para rellenar, que no se si para despistar, nos regalan con la información de la existencia del «Krampus», propia de Austria, una especie de antagónico austríaco de Papá Noel que se lleva a los niños malos y los devora. Hay que tener mala leche por muy patria de Mozart y de la Familia Trapp, ojo, también de Hitler. En mis tiempos de nene, si, fui nene hace tiempo, pero lo fui, pues recuerdo que un localismo malagueño más benévolo era el del «tío canco: que viene el canco y te va a llevar», pero de ahí a devorar…en fin que nos hemos enterado de otra chorrada. 

Una vez más, eludiendo los magmas políticos y futboleros, por recuerdos e ideas encadenadas, se me ha suscitado una que en su día fue surrealista: a raíz de la distribución de las vacunas y del interrogante sobre la misma en los países del tercer mundo, me he acordado de cuando a comienzos de los años sesenta venían al Instituto dos misioneros, eran los mismos año tras año, a contarnos su labor en Ruanda-Burundi. Los ojos se nos ponían como platos y el corazón una ciruela pasa. Al final de la sesión siempre nos encomendaban que contribuyéramos con sellos de correos entregándolos al cura de Religión que se los haría llegar, y él a su vez a los negritos. Uno, que con su natural curiosidad, condimentada de desparpajo y algo de atrevimiento para la época y edad, ante los interrogantes preguntó el segundo año de misioneros: «¿Y los negritos para qué quieren los sellos?»; respuesta literal: «Les encantan, los pegan en las paredes de sus chozas y cabañas para adornarlas». En ese momento trasladé mi mente a una visión terrorífica; ¿se imaginan estar dentro de una choza o cabaña con cientos de caras de Franco mirándote?; una pesadilla de teselas; «pues vaya con qué poco se contentan los negritos» pensé inocentemente. Dos o tres años después alguien, filatélico bien informado, me contó que esos sellos se almacenaban según él en el Vaticano y, mezclados con sellos de otros países eran los que se vendían en sobres por lotes en los establecimientos filatélicos (entonces había una buena afición por la Filatelia): «Cien sellos de varios países por veinticinco pesetas», o parecido. Algo me aclaró, y aunque no sé si fuera del todo cierto, lo admití por lógico. Añado, y hay que considerar que los negritos de Ruanda-Burundi años después han sido los de los Hutus y los Tutsis, ¿consecuencia mental de la ornamentación de las viviendas?; mejor no bromear con ese asunto y esperar con esperanza que las vacunas les lleguen a todos los necesitados.

Es más frecuente, a propósito de este blog, que los comentarios se me hagan a las entradas a través del móvil que comentando al final de las mismas directamente. Ya está asumido aunque preferiría que los comentarios fueran conocidos por todos los sufridores. En atención a uno de ellos en que a raíz de mi presencia en los Belenes como concejal que fui, presume que debo tener, como así ocurre, muchas anécdotas que contar, ahí va una con imagen incluida:

Como uno era concejal de Medio Ambiente, Salud y Consumo, y la verdad es que cogía el toro por los cuernos, dijeran algunos lo que fuera, abordé a finales de los ochenta el problema de las motos ruidosas que era insufrible. Pensé que la gran mayoría lo eran por rotura o más frecuentemente manipulaciones de los tubos de escape; el usuario consideraba que así corría más y que montado sobre un ruido infernal era como el Barón Rojo en la avioneta, Zeus, una revalorización del ego que dirían los psicólogos. Una mierda, se encontraban con controles de la policía local, un técnico armado de sonómetro y entendido en motores y una hermosa furgoneta con sus anclajes correspondientes para transportar a la moto susceptible de ello. De ahí a un taller o a una nave dispuesta para la reparación con sus herramientas correspondientes y sólo se permitía la vuelta al tráfico una vez comprobado que las cosas estaban correctas. No se multaba, simplemente se retiraba la moto. Los de los talleres me iban a hacer un monumento, los de las motos no tanto. Pero la medida y su papeleo jurídico fue ampliamente elogiada y copiada por alcaldes de muchas provincias.
A propósito de la misma, el conocido humorista Paco Martínmorales hizo la viñeta de más arriba para la prensa y que posteriormente me regaló. Gracias Paco.
Y ahora algo del Museo para variar:
Pues este «pajarito tan bonito», que lo es, tiene una mala leche que no acompaña a su apariencia. Es un alcaudón real, Lanius excubitor en plan fino pero oportuno, ya que Linneo, Don Carlos, lo bautizó científicamente como Lanius que en latín significa carnicero. Es el «ave candorosa» que empala a insectos y roedores en ramitas o espinas para irlos descarnando cómodamente.
La foto es de las que hizo mi antiguo alumno ya referido en otras ocasiones, David Carmona.
Y unas de cacharros de Física, que en la entrada anterior los ignoré. En este caso voy a incluir unas imágenes de la restauración de un aparato ya referido en otras entradas, pero que no tienen desperdicio por lo elocuentes. La restauración y localización de las distintas piezas hubiera sido imposible de no contar, una vez más, con la imponderable labor de Alberto Gómez Hernández:

Se trata del Gran Resonador de Savart cuyo funcionamiento ya se describió en otra entrada. Sirvan estas imágenes para reafirmar las labores de restauración y localización de piezas. Obra de chinos.
Y nada más, que por mi parte y espero que por la de muchos, ni Nochevieja ni nada de nada, en casita y buena letra, a esperar que nos toque el vacunarnos y mientras disciplina y buen humor.
Feliz 2021

 

8 comentarios en “Ojú

  1. Anónimo

    Buena intervención para acabar el año, OJÚ, porque sobran muchas palabras. A tener paciencia y prudencia en este 2021 que llega mañana.
    Por cierto siempre fue un misterio para mí también lo de los sellos, gracias por la aclaración.
    Teresa
    Me tomaré hoy una copita a tu salud Luis

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  2. Paco Moya

    El Vaticano y sus negocios como siempre, poco ha cambiado, o mejor dicho, mucho a más capitalista.
    Seguirá usted con su pipa imagino? Otros de los recuerdos suyos que tengo.
    Feliz año Luis y seguidores. Esperemos que el 2021 sea mejor avenido

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  3. Luiscastellon.es

    Querido Rafael, gracias por intervenir.
    También son ganas por parte de "tu cura": no me imagino a los negritos con sus índices de analfabetismo, al menos en esos tiempos, rebuscando papel, lápiz y un sobre para satisfacer sus ansias epistolares. Además, en su país ese sello no sería válido como emisor. Lo que es evidente es que nos querían tomar por tontos.
    Feliz año.

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  4. MLuz

    Feliz año a ti, Luis. Tu gracejo comentando la actualidad y contando anécdotas me arrancan siempre sonrisas. Muchas muy novedosas para mi. Ni los misioneros nos pidieron sellos ni conocía al tio canco. La versión suavizada del Krampus en mi tierra es el hombre del saco.
    A seguir asi. Un fuerte abrazo. M. Luz

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