Desde que se renovó el formato de este magno blog, con el riesgo de parecer desordenado, primero inserto la imagen cachondo-festiva-afectiva, y después entro en materia. En este caso la imagen viene a cuento del gran periodo que llevo sin ir a Galicia, de unas tres o cuatro veces al año, a ahora que llevo algo más de dos años. Es entrañable, en el Parque de La Alameda en Santiago, con mi hijo, que nos dimos el gustazo de hacernos una foto con uno de esos paleofotógrafos de cámara de cajón; las fotos, como se ve, se imprimían con una plantilla elaborada a bocados pero que no deja de tener su gracia. A los pocos meses me enteré por la prensa que le habían robado la cámara, fui a darle el «pésame» al fotógrafo y sonriendo me dijo «no pasó nada, tengo otra». Filosofía gallega pura y dura.
Vamos al título de la entrada:
He dudado entre Terrazocracia o Varano. Me explico. Lo hago al revés: Varano porque a estas alturas no se si estamos en verano o nos acecha ese reptil, el varano, con aspecto de lagarto grande y gordo y cuya apariencia siniestra nos hace desear que se aleje cuanto antes. Dios, ni en las persecuciones de Diocleciano o Trajano se sometía al personal a tanto martilleo torturador.
¿O es que no ha sido una tortura la vara que nos han dado con el futbolista argentino que ha cambiado el Tibidabo por el Sena?, ¡¡¡hasta la monja paisana suya, esa que sabe de todo, salió dando su discurso al respecto!!!, en honor a la verdad hay que decir que sensatamente criticó todo el circo montado, especialmente el económico. Una cuestión de estado, como se dice ahora..
No se han quedado atrás los numerosos «estudios» sobre los aspectos más extravagantes, vitales para los supuestos estudiosos, que se ha demostrado que con la edad se cae el pelo, toma ya; que mientras más tiempo estás sobre una bicicleta, más se suda…y así uno tras otro.
O los que van a base de moléculas noticiables y asesinas como las de los helados de los otros días (ver entrada anterior los infieles desmemoriados), o lo recurrente de los benzopirenos de las carnes a la barbacoa. Que se lo cuenten al hombre primitivo con lo feliz que era asando los perniles, y de cuya descendencia nadie duda, somos la muestra.
Claro está que tampoco hizo mucho caso de otro parto de este varano, quien aconseja «una limpieza de dientes vegana». He estrujado hasta mi neurona más recóndita y juro que no termino de verlo. Esa limpieza la hago yo diariamente, que no uso manteca de cerdo, que es un dentífrico que sale de un tubo al apretarlo, con rallitas, y que el mango del cepillo es de plástico, no es una clavícula de ningún mamífero a la que haya pegado pelos de marta en la punta. Soy veganodentario y sin saberlo.
A todos los modernos sumo el bombardeo de nuevos queseros. Con el «descubrimiento» del mundo rural, que ojalá se rescate, pues han aparecido legiones de «urbanitas» que quieren colonizarlo con más o menos éxito. Me llama la atención la de agentes comerciales, peritos mercantiles, informáticos, profesores de teodicea, metafísica, amas de casa, otorrinolaringólogos/as, etcétera, que aparecen en un cortijo restaurado por ellos (eso está bien), con cara de muy felices (mejor), la gran mayoría vestidos con un mono de tela vaquera, cada uno con su mono, y que se dedican a hacer quesos. Desde Orense hasta Las Alpujarras, legión de nuevos artesanos cuidando que no tengamos falta de vitamina D. Que les vaya bien les deseo algo escéptico, y que no sea una simple moda.
Pues dejando el varano, lo primero, lo de Terrazocracia es evidente. Si ya Aristóteles (el gran metomentodo con perdón) estableció lo de Democracia, Oligocracia y demás, es porque no sabía el futuro de las terrazas. Son las que mandan. Todo el acontecer social gira en torno a instalar una terraza, llenarla, cobrar un disparate, no pagar las tasas o donde pago cuatro pongo veinte. Testigo he sido de cerrar una zapatería minúscula, convertirla de la noche a la mañana en un bar/confesionario, pero eso si, como las setas aparece en la puerta una hermosa terraza. Ni distancias de seguridad ¿qué era eso?, ni horarios ni limpieza ni nada por el estilo. El término ya acuñado tras lo de «libertad» es el de «derecho al ocio». En mi vida, que no es corta, he visto tantísimas terrazas y peor, cuando cierran, tantísimo botellón; se recoge lo que se siembra.
Y eso que se soliviantaban no pocos cuando se hablaba de peatonalizar una calle o una plaza; al poco tiempo el precio del establecimiento se disparaba, al evitar falsamente el tráfico desaparecieron comercios de siempre, ferreterías, librerías, tiendas de comestibles, droguerías….para eso están las grandes superficies a las que hay que desplazarse aumentando el tráfico, pero como es difícil acceder al domicilio ahora peatonalizado, pues a mudarse a la periferia toca, más tráfico. Es lo que ahora se llama «gentrificación», no me gusta el palabro pero se entiende. Pero ¿y lo bien que hicimos peatonalizando?. Pues no hay que tener cuidado con las medidas medioambientales, una telaraña. Lo que está empezando a ocurrir con los coches eléctricos, las necesidades de elementos químicos escasos que van a producir, están produciendo, auténticas catástrofes con una especie de «canibalismo minero» ausente de escrúpulos. Menos mal que bajo mi casa lo que hay son restos de la Granada árabe, si fuera flogopita, mineral de Litio, ya estaba expropiado para que la multinacional equis se forre con el Litio para hacer baterías de coches eléctricos que a su vez forrarán a otros.
Lo del medioambiente es total: Que tengo unas tierras de regadío y algunas de secano, pues las quiero todas de regadío que dan más dinero. Si no hay agua suficiente reclamo un trasvase, se hace, pero las berenjenas no son como yo quiero, quiero más berenjenas y como sandías de grandes, pues le echo al suelo unos saquitos de fertilizantes, fumigo con herbicidas y en definitiva añado moléculas extrañas que me importan tres pitos que va a pasar con ellas. Pues que llegan al río respectivo, o por la lluvia son arrastradas al mar. ¿Que en el mar he originado un desastre?, y a mi qué me importa, si me he forrado con las berenjenas.
Esto va demasiado serio y voy a rematar con una extravagancia de las mías. Como he tardado en esta nueva entrada, me pilla a la vez el ciclismo y el nuevo curso, pero por cuestión de economía refundiría ambas cosas: ¿se imaginan a los profesores en bicicleta con un casco dispuestos a salir en desbandada?; el casco de bombero por lo menos, acorde con los riesgos actuales.
La salida de la etapa, neutralizada unos cuantos kilómetros mientras desinfectan el aula, arreglan la calefacción que lleva años rota, se buscan las excusas para no poner los profesores que faltan…que hay que dar tiempo, sin empujar. Los maillots de los ciclistas-profesores, con logotipos de Tranxilium, Afflelou, navajas albaceteñas, paracetamol, los más veteranos con los de lápices Alpino o gomas Milán y demás cosas que harán falta.
Y las señalizaciones no se quedan atrás con sus anuncios: la de los diez kilómetros para meta, «Editorial Pintallana, libros sin contenido y fotos a toda plana»; la de los cinco se me ocurre comercial que pusiera «Tablets Lochung, aplicación con chuletas»; y la de un kilómetro para meta, acorde con el desarrollo del curso y con lo del bilingüe, «Warning, aglomeración de padres, madres y abuelos». A la subida de un puerto de montaña sería oportuno el de «Cajazapatos, te adelantamos una nómina y sólo te cobramos tres».
Vamos a dejarlo. Paso a las consabidas imágenes del Museo:
Pocas veces he insertado imágenes de huesos y eso no está bien. En esta ocasión, aparte de mostrar ese esqueleto casi completo, lo hago para insistir en la maestría del ya citado en otras entradas, Alberto Michelon, Albertini para entendernos. Eso era un restaurador como Dios manda. Me explico, cuando iniciamos el rescate de los elementos para estructurar el Museo, algunos estaban como salidos de un campo de concentración, entre destrozados, incompletos, preñados de suciedad y podridos. Se recuperaron unos cuantos, la gacela, el toro de lidia, algunos mustélidos, etcétera, pero el pobre mono cinocéfalo ofrecía muchas dudas por sus escasas posibilidades. Comoquiera que en la taxidermia antigua el armazón era el esqueleto del propio animal, ayudado con algunos alambres, no como en la actual que son muñecos de poliuretano a los que revistes posteriormente con la piel (tiene el gran inconveniente de las tallas, ya que los muñecos están comercializados), pues le indiqué a Albertini que ya que el mono en cuestión estaba podrido, que lo pelara como una cebolla hasta llegar al esqueleto que si sería de interés. Ardua labor pero que acabó con éxito indudable aunque le falte un fémur. El cinocéfalo es el mal llamado «lemur volador», ni es un lemur ni vuela. Si nos fijamos, un lemur tendría un tabique nasal como una tableta de turrón, y este es un catarrino, tabique profundo y delgado; y no vuela sino que da unos saltos enormes de rama a rama. La palabra cinocéfalo se refiere al parecido de su cabeza con la de un perro.
Y ahora un fósil, que también este varano han tenido su protagonismo. Se trata de un ammonites pero ojo, no fosilizado sino que conserva su nácar original lo que lo hace muy llamativo. Fue una cesión que hizo mi antiguo alumno del Instituto Alberto López Galindo (no fue la única). Alberto y su hermano Tarsicio fueron de mis primeros alumnos en el año 1971, hoy es un prestigioso investigador del CSIC. Gracias Alberto.
Como siempre para cerrar, algo de Física.
Se trata de lo conocido coloquialmente como una «magneto». Una serie de imanes paralelos en cuyo interior gira un inducido, una barra de «hierro dulce», hierro exento de impurezas y en especial carbono, que es muy permeable al magnetismo. Al hacerlo girar se engendra una corriente que suele aplicarse a aparatos de telefonía. Recordemos que los teléfonos antiguos para llamar tenían esa carraca en un lado. Yo mismo que hice la «mili» de telefonista, de centralita, hice buen uso de esa manivela. Un aparato magnetoeléctrico. En esta ocasión, las bornas indican que fue usado.
Y nada más en este final de agosto, a esperar si se levantan cautelas y mientras a ser obedientes y pacientes, que todo acabará. Que el saldo de buen humor y optimismo se mantenga. Fuerte abrazo.
Querido Luis, querido maestro :
Como siempre leo tu blog ( seriamente cachondo ) y paso un rato delicioso.
Desde la foto del recuerdo , en donde la cara de felicidad por la compañia y el terreno gallego que tanto estimas demuestran que la morriña la desarrollaste con posterioridad y se reafirmó con la pandemia; yo sin llegar a ese sentimiento , si me veo privado de tu generosidad orujera ( café ó hierbas ) que tanto saboreo y agradezco.
Comparto el copcepto de » terrazo…invasion » , es natural el deseo de recuperar el beneficio perdido tras el Covid-19 ,por empresarios y restauradores; pero con respeto al paseo, el estirar las piernas ó dar una vueltecica , que tanta necesidad tienen unos como otros.
Tras el cierre de estas , por el horario impuesto por la autoridad y las circustancias ; lo del botellón no merece mas comentario que la actitud mas insolidaria, egoista y cerril que he conocido: No es más en esta Ciudad ó Pueblo ( para no señalar con el dedo ) es generalizada la actitud más cruel , para abuelos , padres y gentes que ya cumplieron 40.
Mi denuncia y repulsa para los que utilizando la edad como afrenta , no saben que los virus no saben ni entienden de privilegios del carnet de identidad; el sistema inmunitario , en ocasiones gasta «bromas y errores » y si no , que se lo preguntes a los que padecen enfermedades auto-inmunes-.
Gracias Luis por entretenernos con amenidad y lucidez. Otro abrazo para tí.
Como de costumbre, muchas gracias por tus comentarios, Pepe, no dejan de ser muy estimulantes. Aunque no sea optimista en cuanto a creer que el terreno ganado por las terrazas revierta en lo más mínimo.
Seguiremos. Fuerte abrazo
Mi querido amigo,
Disfruto un buen rato con tus comentarios sabrosones de fin de agosto. Comparto el escepticismo acerca de la fiebre rural que ha contagiado a gente joven, profesionales y artistas que con un buen wifi (léase guaifai) dejan la ciudad y el asfalto para disfrutar con los efluvios de la mierda de vaca. Esperamos que sean capaces de permanecer unos meses sin echar de menos elcorteinglés.
Gracias por comentar, Antonio. Tienes toda la razón en cuanto a los «urbanitas», queseros o lo que sea. Pero si comprendo que el tener «guifi» hoy es casi obligado desde punto y hora que la supresión de oficinas de correos o bancarias es galopante. De todas formas, les deseo suerte a ese nuevo colectivo y que no lleguen a desilusionarse.
Muy interesante, pones el dedo en la llaga!
Ánimo que pronto vendrás a Galicia.
Abrazos
Mercedes
Mercedes, comprenderás que tal como está el patio poner el dedo en la llaga sólo necesita algo de picardía y observación.
Espero que se cumpla ese plazo corto para un viaje gallego. Ganas (morriña) de sobra. Fuerte abrazo y gracias por intervenir.
¡Que sí, Luis, que te sigo y te leo! ¿Cómo no iba a hacerlo? Y lo que es peor: ¡me gusta!
Gracias Cecilio, eres grande.