Instituto Padre Suárez: Mi trabajo en su Museo de Ciencias

Antes que nada, debo advertir que todo lo redactado en este epígrafe tiene una temporalidad, hasta el dos de enero del 2015, fecha en la que pasé a la situación de «júbilo», es decir, clases pasivas.


1.- Generalidades y algo de historia a manera de introducción, extraídas en buena parte de un artículo que al respecto publicó la Universidad de Navarra:





Museo de Ciencias

Instituto Padre Suárez
Granada

El epígrafe nos suscita dos cuestiones. Una sobre los museos científicos, y la otra, que los desconocedores verían con casi insolencia es ¿qué pinta un museo en un instituto?, o peor, ¿qué pinta un instituto con un museo?.

Respecto a la primera se me viene a la memoria la escasa tradición en España sobre estos establecimientos, los museos científicos. Recordemos que hasta el Museo de Prado se ideó inicialmente para estos fines como complemento al Real Jardín Botánico fundado por Fernando VI en octubre de 1755, y trasladado a su actual ubicación por Carlos III en 1781. Pero siempre hemos tenido la inercia de aunar el término museo a cuestiones artísticas -¿la Ciencia no lo es?- o arqueológicas, e incluso actualmente rara es la población en nuestro país que no tiene un museo local o del vino, o de la repostería, hasta del bandolerismo, lo que no deja de ser un manoseo del concepto de museo. Conocidas son las vicisitudes por las que ha pasado en la historia el Museo Nacional de Ciencias Naturales. La verdad es que las administraciones no nos sitúan en atención preferente, máxime cuando incluso algunos colectivos opinan que se trata de colecciones de bichos raros, pedruscos, matojos y cacharros de latón. Sin comentarios. Naturalmente es fiel reflejo de lo que un antecesor mío en la cátedra opinaba: “No se puede amar a lo que se desconoce”.

Quizás por eso, por que en los tiempos actuales no brilla precisamente el Conocimiento, se explica el éxito en lo cuantitativo de los “museos interactivos” o “parques científicos”. Y digo en lo cuantitativo por el reclamo que suponen a la sociedad, que por ejemplo, queda absorta viendo al Péndulo de Foucault y como tira el palito sin comprender mayoritariamente el fundamento científico. La relación de situaciones al respecto puede ser extensa.

Naturalmente, la existencia de un museo lo es para desde lo expositivo y dinámico, llegar a un disfrute o un aprendizaje. Su etimología viene de “musas” en el sentido de inspiración. Pero en el caso de los científicos, tanto el disfrute como el aprendizaje requieren de una mínima formación previa, complementada con las “Guías didácticas” que para las visitas algunos hemos elaborado, y siempre considerando que las visitas, con preferencia guiadas, deben estar adecuadas al nivel de conocimientos de los asistentes.

Por otro lado habría que considerar el ¿qué conforma a un museo científico?, y eso nos lleva a la segunda cuestión inicial sobre la dualidad instituto y museo.

La gran mayoría, dentro de la escasez de museos científicos y tecnológicos en España, se han abastecido de elementos decimonónicos, tanto en ciencias naturales como en física y química o agricultura, y precisamente en el siglo XIX eran los institutos los que poseían gabinetes de relevancia en estas materias, al igual que algunos centros que se dedicaban a estas docencias. No se olvide que la Ley que regula por primera vez este segmento educativo, La Ley Pidal-Gil de Zárate en 1845, daba relaciones de material científico que debían estar en los centros. La Universidad española tendría que salir del precario estado de salud en que la dejó Fernando VII, y además, en todo caso, sus preferencias a lo científico eran escasas.

No todos los centros, institutos o privados en la época, reúnen hoy día las colecciones que teóricamente se les supone. Unos porque desde su inicio no se hicieron de ellas, bien por motivos económicos, bien porque el criterio del catedrático responsable no era favorable (algunos pensaban que las colecciones e instrumentos ocupaban demasiado espacio), y otros por haber sido objeto de expolio en sus dos formas, la sustracción y la dejación.

Tras ciento sesenta años y una guerra civil por medio, ha ocurrido de todo, sustracciones, traslados de edificios o de dependencias, y más frecuente la dejación, el absentismo en el cuidado de la preservación, mantenimiento y restauración. Tanto en España como en otros países europeos es frecuente en museos de carácter nacional ver que la procedencia de lo expuesto es de institutos, colegios o liceos.

Afortunadamente no es el caso del Instituto Padre Suárez de Granada en el que las circunstancias favorables han vencido a no pocos episodios de riesgo al igual que otros pocos en España. Afortunada fue la existencia del primer catedrático de Historia Natural y Fisiología humana, D. Rafael García y Álvarez, que aparte de ser un entusiasta de la enseñanza y de enriquecer al instituto en lo patrimonial no sólo en su materia, sino desde su rango como  cargo directivo en todo lo que supusiera acercar al Conocimiento, fue de los pioneros en la introducción del Darwinismo (“Transformismo” en la época) en España lo que en la época le supuso graves consecuencias incluso la excomunión. Igualmente fue autor de la primera obra original, no traducciones de otras, sobre esta materia en nuestro país, un volumen titulado “Estudio sobre el Transformismo”, prologado por Echegaray, editado en 1883 y que recogía un trabajo presentado al Ateneo de Almería siendo ovacionado y premiado. Recientemente, el Instituto ha realizado una edición facsímil del mismo de extraordinaria acogida. Sería más que justo extendernos sobre García y Álvarez, pero nos alejaría de la intención de estas líneas.

Igualmente han sido favorables el que los traslados se hicieron con el esmero adecuado. Selección de libros, aparatos de física y material de ciencias naturales fue (¡¡¡y volvió!!!) a la Exposición Universal de Barcelona de 1888 dónde se le galardonó con una medalla de oro. De todas formas, en tiempos más recientes los criterios se relajaron y unidos a obras de reestructuración interna, hubo episodios de expolio en sus formas ya referidas. Esas obras aludidas, a comienzos de los noventa, tuvieron su fruto positivo y fue el contemplar  por fin unas dependencias para conformar el material científico en un museo; cuestión que ya en 1917, el entonces Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, D. Natalio Rivas indicó al arquitecto del actual edificio que la contemplara… se le hizo caso ochenta años después. Tanto García y Álvarez como algunos de sus compañeros y sucesores, eran conscientes hacia 1880 de que el patrimonio recopilado era más que susceptible de un museo y así lo vinieron exponiendo. Coherentemente, se redactó en 1886 un catálogo, manuscrito y precedido de una Memoria educativa asombrosa por sus reflexiones y que se exhibe en el actual museo.

A pesar de la merma patrimonial, dado que el punto de partida era muy sustancioso, el balance actual sigue siendo más que estimable a pesar de dichas pérdidas, teniendo expuestos un total de más de cinco mil setecientos elementos de Ciencias Naturales y más de seiscientos aparatos de Física y Química.

La obra supuso un espacio en el sótano del edificio con un total de más de trescientos treinta metros cuadrados distribuidos en dos unidades, la de ciencias naturales y la de física y química. Aprovechando el impulso que suponía la celebración del CL aniversario del centro en marzo de 1995, el material que se encontraba embalado en circunstancias más o menos deseables, comenzó a ser clasificado, restaurado y distribuido desde casi dos años antes, y para la efeméride se inauguró sólo una Sala, la actualmente conocida como Sala II, con unos dos mil quinientos elementos de ciencias naturales y que ya en su momento fue impactante. Dicho trabajo, dirigido por el que suscribe, hubiera sido imposible sin la generosísima colaboración de tres alumnos del COU (Carmen Garzón, Eduardo R. Ferro y Pilar Salguero), y posteriormente presentado y premiado en el  X Certamen Nacional de Jóvenes Investigadores convocado por el Ministerio de Educación. A partir de ahí, la unidad de ciencias naturales se amplió con las dos salas laterales y el pasillo, conformando a partir de 1.997 prácticamente la estructura actual, aunque el incremento paulatino en ejemplares expuestos es evidente; ahora se cuentan en total seis mil cuatrocientos. En este momento, 2015, quedan muchos elementos por exhibir, en especial aparatos de Física, algunos pendientes de restauración, todos identificados y clasificados a falta de una ubicación idónea. No se trata de exhibir por exhibir sin orden, sin sistemática científica, y sin estética. Hay que respetar los criterios museísticos superando lo que se conoce como “colección museística” para lacanzar lo expositivamente adecuado.


Panorámica de la actual Sala II de Zoología


Este gran avance en 1997, con la consiguiente inauguración oficial, fue definitiva para la inscripción en el Registro Oficial de Museos de la Junta de Andalucía, con una media de visitantes en los últimos tiempos de seis mil por año entre estudiantes, investigadores, grupos de lo más heterogéneos tanto nacionales como de otras geografías. Oficialmente, en 2006 se agregó el conjunto de la unidad de Física y Química en una dependencia adjunta con más de seiscientos aparatos y accesorios de indiscutible valor e interés.


La procedencia de los contenidos se debe en buena parte a la propia economía del Instituto en la época, al parecer suficientemente saneada, y por otra parte a donaciones de las que el atractivo personal y científico de García y Álvarez era susceptible. En particular los instrumentos científicos y algunos elementos naturales, eran adquiridos a casas francesas o centroeuropeas, propios de los catálogos de Secretan, Leybolds, Kohl, etcétera, y posteriormente Leitz,  Recarte y otros .

Panorámica de la Sala de Física y Química


La descripción detallada de la distribución de los elementos así como otros datos de interés, figuraban en la web correspondiente que en este momento por motivos ajenos a este “bloguero” no existe, y que intentaremos soslayar aquí en la medida de lo posble. Dicha web funcionaba como un “blog colectivo”, servía de contacto, para realizar consultas y reservas de las visitas. La calidad de la misma fue reconocida tanto por organismos locales como por la prensa nacional.




Todo lo referente al Museo del Padre Suárez se encuentra en la obra “Historia y actualidad de un Museo Científico, 1845-2009”, editado en junio del 2009 y redactado por el que suscribe. 


































Dicho volumen fue presentado en un acto público por el profesor, escritor y amigo Andrés Sopeña Monsalve. En un acto con gran asistencia de público y como corresponde a su persona, muy interesante, reivindicativo y simpático.
Salón de actos del Padre Suárez; de derecha a izquierda, Andrés Sopeña, Paco Cuenca como Delegado Provincial de la Consejería de Innovación Ciencia y Empresa (los que financiaban el libro), Rafael Ibáñez como Director del Instituto y en mangas de camisa, el que suscribe.



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