A propósito de las fechas

Es que en el día de hoy me asaltan dos imágenes igualmente «extravagantes» como las de la entrada anterior, pero de episodios, sin fotos.

Una es la relativa al próximo eclipse de luna que nos anuncian para dentro de dos noches.
En cierta ocasión, a mediados de los noventa, la administración nos obligó a los cabezones reticentes que no habíamos hecho ningún curso ni por asomo relativo a la LOGSE, pero que todos los asistentes, con más experiencia que las velas de la Santa María, asistimos obedientemente a aquél engendro impartido por un «experto», sicopedagogo. Fue la releche, tres días en un hotel oyendo esa jerga propia de un Babel, de «procedimentales, actitudinales» y demás palabros. El «experto» en didáctica de las Ciencias Naturales lo pasó mal, le dimos. Pero después hubo una etapa «semipresencial», otro palabro, te veo pero no te veo, cada quince días teníamos que vernos en un instituto a las cuatro de la tarde por grupos. Se nos ponían unos «deberes» y a la próxima sesión llevarlos hechos. Pues bien, en la primera sesión se nos descubre otra gran innovación, hacerles a los alumnos unas pruebas de conocimientos previos, algo que veníamos haciendo muchos desde los godos. Personalmente preparaba una batería de cien cuestiones muy cortitas que calificaba como Bien, Mal, Barbaridad o en blanco. Héteme aquí que me presento con el paquetón de de pruebas, fui el único que llevó los deberes hechos, y con sonrisa de hiena me dice el  experto sicopedagogo en didáctica de todo:
vamos a ver las cosas que se le han ocurrido al Luis (sic)», (sacando una al azar) «a éste le has puesto Barbaridad en una respuesta y está bien».
El menda, medio dormido y con un humor en Tananarive pregunta:
-«¿Qué cuestión es ?
El experto, con sonrisa de otra hiena:
– «La de describe brevemente cómo se produce un eclipse de luna».
 Pregunto con condescendencia
¿Y qué ha respondido?,
Experto leyendo casi triunfalmente (para su fuero interno, me había pillado):
-«Cuando el Sol se pone entre la Luna y la Tierra», y añadiendo de su cosecha dice, y eso está bien.
El menda, súbitamente inundado de adrenalina, despierto del todo responde:
¡¡¡IMPOSIBLE!!!, entre otras cosas porque sería de día.
Supuse que entrar en otros argumentos como que si el Sol no cabe, etcétera, serían demasiado eruditos.
Se acabó la sesión, guardó las pruebas en su paquete y  despidiéndonos en ese momento nos citó a los quince días para recoger los certificados de haber hecho el curso logsero. No supimos más de él. Los certificados nos los dio un conserje.

La otra imagen es derivada de la saturación catalana/independentista (elitista por más) a la que en estos días estamos sometidos, hoy están reflexionando en Cataluña.
En el año 1979 fui nombrado por primera vez presidente de un tribunal de profesores agregados. Oposición que se realizó en Santiago de Compostela en el Instituto Rosalía de Castro, tribunal formado, como ea preceptivo, por tres catedráticos y dos agregados. Casualidad, los tres catedráticos, andaluces, los dos agregados (agregadas), catalanas y compañeras de Facultad. Comienza la oposición de forma muy razonable, acordamos previamente guardar, ocultar e ignorar radicalmente cualquier tipo de recomendación hasta que, oh!, sorpresa, en el segundo ejercicio, el oral, la «encerrona», le toca exponer a una opositora sobre los moluscos. Fue patético, ni un niño de primero del recién estrenado BUP lo hubiera hecho peor; resulta que no tienen concha (ya decir valva sería demasiado), ni hermafroditismo, ni digestivo, los pulpos y calamares no existen… de aquellos libros de «Lecciones de cosas», teníamos vergüenza ajena, pero ojo, los tres catedráticos, porque resultó que la interfecta había sido también compañera de Facultad de las dos catalanas que hasta ese momento habían estado farisaicamente calladas y querían aprobarla a toda costa. La que se lió. A partir de ahí, los últimos diez días de oposición fueron la leche, ellas dos hablando continuamente en catalán y sin mirarnos, una con el Avuí debajo del brazo, y la otra con el Arriba que se lo llevaba su marido. Menos mal que nosotros tres éramos mayoría, lo tomamos con un humor excelente (lo que irritaba aún más al sector catalán) y resulta que la objetividad y sentido de la justicia estaba en nuestro bando, no en el de Pujol entonces emergente. No aprobamos a nadie por recomendación, tan a gusto, y encima la noche de despedida los tres, junto con dos de nuestras consortes, nos lo pasamos de olé.

Sólo son dos recuerdos del día de hoy, 26 de septiembre del 2015.

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