Intentando recuperar el orden

Pues como el objetivo desde alguna entrada anterior es llegar a la experiencia docente, voy a seguir intentándolo y cubrir ciertos saltos que ya referí en ellas.

Uno no se hizo profesor de la noche a la mañana, ni llegó al Padre Suárez por generación espontánea, que hasta los tiempos de estudiante influyeron en especial en dos aspectos, uno el sentido del humor y la guasa; el otro más orientado a la materia que me ha ocupado, las excursiones y el carácter de las mismas, conjugando el aprendizaje con el disfrute y el pasarlo agradablemente.

Si quiero recordar que el tono de esta literatura seguirá dominado por el humor, a propósito leí ayer un magnífico artículo de Javier Marías en El País, titulado «La Tremenda», entre otras cosas advirtiendo de la autocensura estúpida en la que estamos por no caer en lo «políticamente incorrecto», que te tachen de misógino, misántropo, homófobo, racista, ingrato, disoluto, fascista, iconoclasta o treinta cosas que ni por asomo se pretendían pensar o manifestar.
De forma que echarle inteligencia y humor si se pretende seguir leyendo.

Pues sigo con las excursiones con la Academia Luis Vives, y sale esta foto entrañable:

El menda en el Pantano del Chorro junto a Villegas (no está ya, maldito infarto)
Algo más tarde, y ya de estudiante unas imágenes muestran la falta de veteranía de futuros geólogos:
Cuando en algún pueblo aparecíamos, años sesenta, era frecuente que se nos colgara algún «guía», no sabemos si a veces con ánimos de control, creo que alguna si. Pues el de la izquierda era «guía», a su lado Moncho, Pepe Castro, Carlos Riaza, Manolo Tévar y cierra por la derecha el menda. La pose del conjunto da hasta risa, como esta que sigue
de acuerdo, pinta de gilipollas.
O esta:
Los mismos que antes menos Pepe Castro, pero seguimos haciendo gilipolleces por no decir insensateces. Es en el interior de una mina abandonada de wulfenita; mineral al que los lugareños conocían como «güerfanita». Cerca de la boca de la mina dispuso el alcalde carbonero de La Peza su célebre cañón hecho con un tronco de roble contra las tropas napoleónicas.
Algunas más serias y maduras, los años aportan sensatez:
El menda flanqueado por dos grandes amigos, izquierda Rodrigo Frías que al día de hoy está exactamente igual, derecha Moncho, de éste prefiero no extenderme, murió de forma trágica pocos meses después de esa foto y para mi fue un impacto muy gordo; estábamos muy unidos por muchas razones, yo le decía «el moro» porque había nacido en Targuist, Marruecos. Estábamos acabando la carrera.
Como el afán excursionista no se limitaba a la Geología ahí van otras más festivas. Decía Don Juan Martín Vivaldi que el buen geólogo no sólo debe conocer el terreno, sino el vino del terreno.
No tiene desperdicio. En Ítrabo (Granada), nada que ver con las minas de Cobalto, excursión con mis compañeros de piso de estudiante, Paco Vallejo y Ángel Redondo («Michelín») a visitar al médico del pueblo, Pepe Muñoz y a su mujer Maritina, antiguo componente de aquella «Casa de la Troya». En esta imagen se ve que las «guías» espontáneas autóctonas eran femeninas e interesadas por como se llenaba una pipa. La releche.
Esa excursión no quedó aquí solamente:
En el único bar de Ítrabo (año 69), el joven barman quiso mostrar a los estrafalarios visitantes sus dotes con la bandurria. Paco Vallejo haciendo de futuro «manager» y Ángel redondo en primer término con una cara que lo dice todo. Ambos siguen siendo grandes amigos. Paco en Estepona con sus negocios y Ángel de ginecólogo más que reconocido en Albacete; siempre apuntaba a ser un gran médico.
Un inciso. El lector se preguntará que a cuento de qué viene esta perorata y le aclaro (sígase leyendo con buen humor), no es ni más ni menos que «la forja de un docente», trasládese la mente a una escena parecida a la de 2001 Odisea… los monos rodeando enigmáticamente al ortoedro negro, pues supóngase que ese ortoedro se da la vuelta y aparece una pipa humeante y una barba blanca. La música (el Zarathustra) la mantengo.
Sigo, ya en la entrada anterior aludía a las excursiones con los alumnos en tranvía, en el desaparecido tranvía de Sierra Nevada. 
El ortoedro ya estuvo allí:
Esperando al tranvía en el andén. Compañeros del piso y novias adjuntas. Se deduce el carácter eminentemente festivo («lúdico» que se diría ahora de forma argentinizada).
Un rato más tarde, en Maitena, Ángel y yo con las guitarras y de pié Pepet, un mallorquín que después sería urólogo. Otra gran persona.
Casi lo mismo, guasa, día de campo en el Hotel del Duque en Sierra Nevada, un paraje popular y bellísimo, nada que ver con la sierra de los forfaits ni los «borjamary», aunque ese de la derecha olía a pijo que echaba atrás, se nos colgó porque llevábamos una garrafa de gasolina (vino) y no se quiso despistar. A propósito, ese día ocurrió algo cuasi hipócrita. Coincidimos allí con un colegio de monjas, las cuales les dijeron a las niñas que no se acercaran a nosotros por nuestras pintas gamberriles; al cabo de un rato vino una niña de la forma más modosa a pedirnos un vaso de vino para la «madre…» que estaba helada de frío. Angelito la niña, claro.
De izquierda a derecha, Rafalito Sáez Antón (traumatológo desde hace mucho tiempo), Xisco Serra (dentista), ambos grandes amigos, y el de la pipa ya se sabe.
Seguiremos, que poco después hubo grandes complementos al ortoedro y no es cuestión de mezclarlos.

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