Casi ordenado; encarrilado

Se deduce de la entrada anterior (no hace falta ser perito agrónomo ni nada  extraordinario), que los años en el piso de estudiantes, en aquella «Casa de la Troya» tuvieron que ser la releche. Lo fueron.
Era curioso porque a la cantidad de tiempo que dedicábamos al «esparcimiento» con mucha guasa, se contraponía la responsabilidad a la hora de estudiar. De hecho casi todos fuimos estudiantes destacados. Con una madeja de relaciones de amistad envidiable. Al punto de que nos preguntábamos las materias unos a otros ayudándonos en el estudio: ni historias clínicas o enfermedades de la piel que le pregunté a Pepe Muñoz Alguacil, ni ammonites que se chuparon Paco Vallejo, Rafalito o el «Michelín». Ni artículos del Código Civil que le preguntábamos al «Visitas»… el resultado fue enriquecedor sin duda. Incluso di personalmente clases de solfeo a Paco y a Ángel, les descubrí que no existía la nota «GOL», tan frecuente entre los novatos.
Complementos indispensables para comprender el «clima establecido» fueron, entre otros la existencia de las Bodegas Natalio a quince metros, la Facultad de Filosofía casi enfrente y el «piso de las pepas» justo enfrente (Pepitina, Estefanía, Celia, …) desde cuyo balcón nos hicimos esta foto de abajo

Hermanitas de la Caridad no éramos, desde luego. De izquierda a derecha, Xisco Serra, el dentista mallorquín, el menda agachado, Manolito el sevillano mirando al cielo, Paco Vallejo el más visible, Rafalito Sáez y de nuevo Michelin.
También complementaban los establecimientos de Alaminos, el melero, un buen hombre que en paz descanse, Miguel el tendero y el inefable Antonio el barbero al que (estaba debajo de las pepas) rompí un escaparate por mandarle un ejemplar de vermiculita a un compañero torpón. Un vermiculitazo hizo que perdiéramos las relaciones.
¡¡¡Y las sangrías de los sábados!!!, que acababan con un auténtico recital del grupo musical que formamos por si faltaba algo.

La relaciones y los conocimientos adquiridos entre todos fueron un bagaje envidiable.
Estuve en ese piso incluso dos años después de acabar la carrera, salí de allí para casarme y de hecho la recién casada, Krmela, se incorporó a la dinámica al momento:

Una de nuestros momentos de esparcimiento judeo-masónicos confraternales. Esperando al tranvía de Sierra Nevada lógicamente para pasarlo más que bien, Celia, una de las pepas, Paco Vallejo, Ángel Redondo y Krmela a la derecha.

Esa inercia de pasarlo lo mejor posible, mientras se estudiaba a tope, no se olvide, se refleja en la imagen de más abajo tomada en una Feria del Corpus (1972):

Muy formales, si, si.

Contrasta, pero no equivocarse, con la siguiente en mi despacho-laboratorio de la Facultad de Ciencias del mismo tiempo:

Formalito, trajeado porque ese día exponía en un Congreso una comunicación sobre la Laguna salada de Fuentepiedra, venían todas las vacas sagradas de la Geología en España y la indumentaria en la época era vital.
Como muchos conocen después de tres cursos de profesor de Cristalografía-Mineralogía le di carpetazo a la Facultad y me dediqué en cuerpo y alma a las oposiciones de Instituto siendo penene (contratado e interino) del Padre Suárez. Esa etapa, en la que saqué las dos oposiciones, agregaduría y cátedra, merece otra entrada, de forma que este casi «abuelo cebolleta» lo deja por ahora. 

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