Va esto en reflejar una vez más en las manos que estamos, en la de los «expertos», en la de esos que ni saben lo que es un aula, ni menos una tiza y que disfrazan el enseñar por el «educar» pero eso si, saben y dogmatizan sobre todo y pobre aquél que se atreva a discrepar o a torcer la mueca ante sus ocurrencias psicopedabobas, que al momento se nos tacha de ignorantes franquistas, antiguos, o como me llamó alguno una vez con pretensiones peyorativas, «darwiniano de la enseñanza».
A bastante honra tal como está el patio.
Pues en alguna de nuestras Jornadas sobre Patrimonio de los Institutos se nos ha colado algún «experto», lógicamente procedente de Facultades de Educación, Departamento de Historia de la Educación y otras curiosidades. El experto, a colación de nuestro patrimonio científico, los aparatos del epígrafe de esta entrada, coloquial y cariñosamente llamados «nuestros cacharros», se descolgó con alguna de estas perlas:
–¿Para qué tanta importancia si en los Institutos tienen los mismos aparatos y colecciones parecidas en unos y otros?.
No, si le parece la Ley de la Gravedad se explicaba de forma distinta en Badajoz que en Vigo. O los moluscos en Alicante que en Valladolid.
– Si esos aparatos se usaban nada más que una vez y ya hasta el año siguiente.
Buen experto, en clase estaría todo un año explicando electricidad u óptica para darle un uso continuo al aparato en cuestión, claro que mientras estaría con un proyecto de innovación educativa incluyendo, eso si la enseñanza emocional.
– Además, no se usaban casi nunca porque no sabían como funcionaban.
Ignorante, por un lado en muchos institutos había un profesor dedicado exclusivamente al instrumental científico, y por otro son evidentes las muestras de su uso, óxidos, desgaste de piezas, etcétera.
– Y su calidad era mediocre; las casas fabricantes enviaban a España aparatos defectuosos.
¿De dónde habría sacado semejante memez?. No sólo se vigilaba ya desde el propio Ministerio de Instrucción Pública (anteriormente desde el de Fomento) la calidad del instrumental, comprobable en las propias directrices, sino que en muchas ocasiones se iba a comprar directamente a los fabricantes o distribuidores y no es imaginable el que escondieran el instrumento bueno para endosar el averiado.
– A estas perlas le precedió una aseveración, que estábamos defendiendo «chatarra científica».
No voy a repetir aquí, por imaginable, mi respuesta, que fue una auténtica «cornada».
No volvió a aparecer, pero aprovecho lo anterior para refrescar en qué manos está la Enseñanza hoy Educación.
Van unas muestras de «cacharros» constituyentes del patrimonio científico del Padre Suárez; las imágenes son mías y de Pepe Szmolka:
Lupas de Coddington; lentes esféricas diafragmadas que proporcionan grandes aumentos, antecesoras de los actuales «cuentahilos».
Tres pilas de Daniell. Al «experto» se le podrían los pelos de punta si se le dice que generan electricidad por un proceso red-ox entre el cinc y el cobre sumergidos en una solución sulfatada. ¡¡¡ANATEMA PSICOLÓGICO!!!, torturamos a la mente del alumno. Pais.