seis meses y un día

Pues si, aunque suene a condena «y un día».
Y es que en la entrada anterior me quedaron pespuntes que he pensado mejor en redondearlos, con los menos flecos posibles.
Ya decía que en principio este blog nació como excusa para seguir dando a conocer los contenidos del Museo que me ha ocupado en el Instituto veinte años.
A veces pienso que, por motivos «raros» en los que es mejor no escudriñar, salvo excepciones a mi etapa y a mi nombre se le ha aplicado aquello de Ramsés, «que el nombre de Moisés sea borrado de todas las columnas»; hombre, ni uno es Moisés ni a nadie le veo en Ramsés, pero el resultado me recuerda a esa postura. El tiempo es muy sabio y acabará por poner las cosas en su sitio, espero con cierto optimismo.

Pero a lo que vamos, mientras se dilucida la moción de censura esta mañana al presidente pontevedrés, voy a obsequiar al personal con otras imágenes:

Como ayer incluí la de una bomba aspirante impelente, ésta se ha estado quejando y lloriqueando diciendo que es más bonita; ahí va. La verdad es que es preciosa.
Un Aritmómetro. Una de las piezas a las que le profeso más respeto. Internamente tiene un mecanismo de ruedas dentadas interesantísimo, basado en principio en Leibnitz y perfeccionado por Thomas de Kolmar. Si sustituimos esos mecanismos por otros electrónicos (simples transistores) sería un ordenador primitivo.
¡¡¡El gilipollómetro!!!; ya lo mencioné en otra entrada pero no me puedo resistir. El mecanismo y función lo repito: esas fichas numeradas van saliendo por la ranura de la derecha acierta velocidad, hay que introducirlas por su número correspondiente y ojo, que detrás hay un casillero para comprobar. Mientras más fichas se introduzcan equivocadas más gilipollas eres, y mientras más se te acumulen en el cajetín por la lentitud, lo mismo. Dos parámetros para medir la gilipollez. Al menos eso piensan los psicólogos que rimbombantemente le llaman al cacharrito «Clasificador de Couve».
Si tienes vista cansada o artrosis o te duele la cabeza, mejor no te sometas a él porque saldrás gilipollas perdido.
Otro fósil precioso; Alberto López Galindo fue alumno mío en el curso 1971-72 en segundo de Bachillerato, hoy es investigador del CSIC. El ammonites piritizado una maravilla.
¡¡¡La mejor!!!, y a su vez casi iconoclasta, zoológicamente hablando. El «águila conejera», tal cual.
No se encontraba (no se ahora) expuesta junto con los demás animales, que estaba en mi despacho, pero al estar la puerta siempre abierta y el interior visible, lo normal era la pregunta con aspavientos ¿eso que es, es verdad?, cierto que ver un águila con cabeza de liebre no es para pasar de largo. En las obras de remodelación de finales de los ochenta, los operarios del ladrillo con su sensibilidad proverbial decapitaron (literalmente) a un águila cuya cabeza fue objeto de juegos, hay testigos; por otra parte, una liebre enorme quedó para la putrefacción excepto la cabeza; Albertini, el restaurador italiano me dijo que qué hacía con las partes y con nuestro humor decidimos crear esa quimera. 
A algunos les decía para aclararles, ¿no existe el águila culebrera? ¿no existe el águila perdicera?, ¡¡¡Pues aquí está el «águila conejera» que es la que falta!!!. Las caras eran un auténtico poema.
Me voy a ver como acaba la votación.

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