Vexilología

Sin bulla que todo llega. Ya se que he estado un tiempo sin meter mano a este blog, pero este mes de octubre ha sido de ir y venir. Demostrado en parte por esta imagen matritense que, para no desentonar, tiene algo de falsilla: está en el lateral de un bar llamado «El parnasillo», pero nada de romántico o tertuliano al uso, un pub irlandés como hay cientos, y completando la fachada están otros que ni coincidieron con Don Benito ni geográfica ni temporalmente. Pero ya se sabe por otras entradas de mi Perezgaldofília y no me pude resistir. Foto al canto.
Al hilo, y para lectores/amigos curiosos, informo que tras el atracón galdosiano, y pasando por otros, aterricé en Álvaro De la Iglesia, como ya dije en otra entrada, he intercalado hasta a Pedro A. de Alarcón, a historiadores científicos como López Piñero, a Pérez Reverte, alguno político, y ahora con Jardiel Poncela. En la reserva dos, de carácter vocalista, de mi amigo César aunque ya están hojeados, y uno de mi sobrino Pepe que, fuera debilidades familiares, tiene buena pinta. Informaré.

Pues el palabro que encabeza, Vexilología, no es ningún invento mío, se trata del estudio de banderas y estandartes. La primera vez que me llegó lo de estandarte equivalente a vexilo, fue en el estudio de la flor de las leguminosas, referente a cierto pétalo muy desarrollado. La ciencia referida, no deja de ser una variante de la Heráldica, centrada en el estudio de banderas, estandartes y soportes. En estos días, precisamente, hay una exposición cerca de casa sobre la evolución de la bandera de España, la roja, amarilla y roja; me resisto a esa cursilada de decir «gualda», simplemente la forma poética de decir amarillo, como si a lo azul dijéramos «azur». Por gualda en nuestra lengua deberíamos entender a una planta herbácea bastante común, la Reseda lutea o luteola, que tanto una especie como otra aluden al color amarillo en latín.
Basta de aburrir con tanta cosa culta.
Viene a cuento lo de las banderas con lo observado en este periodo de pandemia:
Cierto es que la población ha sido (hemos sido) bastante obediente en el uso de las mascarillas, pero no deja de ser llamativo el uso paralelo, para mi secundario por lo menos, que se ha hecho de ellas como soporte gráfico vexilológico. Unas acompañadas con símbolos militares, otras de partidos políticos, otras de cuerpos de seguridad, con todos los diseños posibles, algunos creo que inventados; incluso he visto una especie de beso en que los labios entreabiertos son rojos, y entre ellos un brochazo amarillo, perdón, que seguro que al portador o portadora le gustaría más decir que es gualda. No se exactamente que es lo que se pretende, quizás se le adjudique al virus una inteligencia que le haga temeroso ante el aviso vexilológico: «Tente ARN maldito y bolchevique, que detrás de esta mascarilla hay un español, mucho español».
Por un momento me recuerda la fiebre que le entró a estos mismos portadores por ponerse el mismo vexilo en la correa del Casio, allá por los setenta y ochenta. Hoy no porque los pelucos tienen unas correas de marca y no vayamos a joderla. En fin, que con su pan se lo coman.
Como digan que llevemos un gorro de papel de orillo acabado en una antenita para evitar la abducción por extraterrestres, no me extrañaría el encargo a la casa de papel de aluminio de la impresión de banderas en el contorno, o una directamente ondeando en lo alto del pitorro.

No me resisto, otra vez Halloween. Vaya por Dios. Ya hice en su día una entrada al respecto, pero es que los ojos me hacen chiribitas. Hemos sustituido la pregunta de ¿Dónde estás angel de amor…?
por ¿Dónde te has comprado ese duodeno que llevas como collar?. Pienso que se trata de una globalización de ida y vuelta, tal como suena. Si en sus orígenes fue una tradición irlandesa y celta, que al parecer lo de la calabacita con la vela no era raro en Galícia, de ahí a los yanquís y de estos, dada nuestra endeblez mental la importamos poco después de las colas y las hamburguesas, pues nada, globalización en lo tontorrón, «inmaterial» diría alguno puesto en vocablos actuales.
Evidentemente me quedo con Zorrilla y su Don Juan y su Doña Inés, y con la ilusión de verlos representados en cualquier sitio de Atlanta o Wyoming.
Pero puesto en globalización, y que en las líneas siguientes me perdonen almas pusilánimes, propongo la siguiente pregunta: ¿Hay algo más globalizado que lo existente bajo un pupitre?. En efecto, uno o varios, a veces muchos, perdigones pegados. En todos los pupitres de todas las aulas de todos los niveles educativos de todos los países, No sólo como diría Pepe da Rosa (q.e.p.d.), «del Cabo de Gata hasta Finisterre», sino desde un iglú-escuela en Anchorage a la Universidad de Oxford.
Quien tuerza la mueca ante esta evidencia no confesada, que se lo haga mirar.

Mientras le doy vueltas al semiolvido de Zorrilla, brindando en el Mesón del Laurel, me entero del infame robo de unos vinos con precios aún más infames. ¿Cómo puede costar (que no valer) un vino ese disparate?. No le hago ascos al vino, que para eso es una bebida bíblica, pero confieso que mi paladar a partir de diez o doce euros no es tan exquisito, que eso del retrogusto a frutos del bosque, a canela o chocolate, me suena a pamplinas pijas. O está bueno o no lo está. Pido perdón a los enólogos eruditos. Recuerdo que en el bar de «El Cabezón», en mi barrio, a mi buen amigo Antonio, que por cierto nos ha dejado hace pocos días, le robaron un cartón de Don Simón y una botella de Castillo de Salobreña, que no se crean los franceses que sólo ellos tienen «chateau», sólo que este de Salobreña es uno sin alcohol que se vendía a 27 pesetas. Pues el ambiente y las tapas de El Cabezón, no lo superaba ningún sesenta estrellas. Ahí queda.
La parafernalia que se ha suscitado me lleva a pensar en una evidente jugada de despiste por los medios de comunicación y con intenciones manifiestas. Han ocurrido hechos en estos días que merecían una atención de, al menos, la mitad de la del robobo de la botellita, que buenas páginas le han dedicado, pero sentencias importantísimas, cambios legislativos, tropelías por «personas principales», casi vamos a tener que buscarlas en los «anuncios por palabras». Va a tener razón aquél que dijo lo de «¡¡¡Viva el vino!!!; no doy más pistas porque es un personaje al parecer difícil de identificar.

Dejémoslo, que no quiero escorar a lo político. Vamos a las imágenes, hoy casi todas del Museo del Suárez:

Se trata de un precioso ejemplar de nutria, Lutra lutra en la nomenclatura actual y Lutra vulgaris en la histórica, como puede comprobarse en las cartelas si se amplía la imagen. Aparte del ejemplar en si mismo, la importancia es su procedencia, Granada. Penosamente hoy quedan pero muy pocas. La taxidermia de la época, fiel a los objetivos didácticos, deja la dentición de carnívoro bien visible, incisivos enanos, colmillos sobresalientes y molares respetables.

Otra

Pues no me había olvidado de los fósiles. Lo que ocurre es que la envergadura de las colecciones supera a la cobertura de este humilde blog.
Se trata de una vértebra de uno de los conocidos como «grandes reptiles» del Mesozoico. Un mosasaurus. Un pedazo de reptil de más de quince metros y con aspecto de cocodrilo pero nadador, las patas transformadas en aletas, se supone que algo rumbero, «Entre dos aguas», su nombre alude a su descubrimiento en las orillas, ya cercanas a la desembocadura, del rio Mosa. Es típica la procedencia de Maastrich, como un pinsapo en la Serranía de Ronda. Para confirmar el tamaño, basta con ver que la vértebra está sobre un A4.

Y ahora algo de Física:

Como dije más arriba, esta vez no todas las imágenes van a ser del Museo del P. Suárez, y sin que sirva de precedente, pero es francamente bello.
Mis amigos de la Asociación francesa con la que mantengo fuertes lazos, la ASEISTE, han organizado una exposición con el título «Enseñar la Física…¡¡¡todo un arte!!!», reuniendo más de setenta instrumentos históricos para la enseñanza de la Física y en la que se hace hincapié en el carácter artístico de la gran mayoría. En el cartel que inserto se evidencia un microscopio que ya quisieran muchos, así como la artística peonza como «paradoja mecánica», complementados por los gráficos de un telescopio de Gregory y una piedra imán. Si tengo que añadir, con algo de presunción, que una vez vistas las imágenes de lo expuesto en su web, no son pocos los instrumentos con que cuenta el Suárez, algunos idénticos. Pero la exposición es en su conjunto una maravilla, algunas cosas auténticas joyas. No solo enseñar la Física es un arte, sino que en este caso con obras de arte.
Gracias a Francis, a Francoise y a Dominique por la invitación, y enhorabuena a Francis y a Fabienne por su labor.

Y nada más, a seguir con paciencia cuando se deba con la mascarilla (llevo una con la sota de Copas, regalo de el Bar El Sota, sin ninguna otra referencia). Y ahora con el horario más sensato, al menos a mi gusto, pues nada, a seguir leyendo y todo el optimismo del mundo.
Fuerte abrazo.

24 comentarios en “Vexilología

  1. Antonio

    Mi querido amigo, como siempre, un buen rato leyendo tos comentarios con la sonrisa puesta. Me ha gustado tu foto junto a Don Benito, con tu pipa y tu faltriquera, podrías encarnar a Enrique, el protagonista de mi próxima novela, profe como él. Con tu permiso ilustro mi comentario con una imagen de aquella escuela de la postguerra en la que aprendimos las primeras letras, a pesar de los símbolos. Un abrazo

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  2. Teresa

    Luis, pues sí que te ha cundido esta intervención! desde el título, Vexilología, primera vez que la veo hasta llegar a la exposición de Física. Por el camino las mascarillas, Halloween, el vino y el personaje de muy difícil identificación, efectivamente. Muy entretenido como siempre y gran dominio de la transversalidad. Genial.
    A seguir
    Luis, un abrazo

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    1. Luis Castellon Serrano Autor

      Si algo te caracteriza son los buenos ojos con que me lees.
      Muchas gracias por intervenir; ah!, como me parece recordar que eras Tintinófila, en El Cetro de Otokar sale otro término muy curioso: Sigilografía, emparentado con lo de Vexilología.
      De nuevo muchas gracias. Fuerte abrazo.

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    1. BReyes

      Hola Luís, precioso bicho ese que hoy nos presentas, insigne inquilino de nuestro museo, y muy oportuna la foto junto al mosaico galdosiano, creo que ambos le debemos a sus Episodios la amenidad de los días de encierro pandémico. También echo de menos al Tenorio y…¡Cuan gritan esos malditos!

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      1. Luis Castellon Serrano Autor

        Muchas gracias por el comentario. Añado, los Episodios son como el Quijote, que todo el mundo dice haberlos leído y plaff; algunos incluso presumen haciendo citas de esos textos.
        En cuanto al «bicho», si escudriñas en otras entradas anteriores, verás que todos son preciosos por una razón u otra, al menos para mí.
        Fuerte abrazo y de nuevo, gracias.

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  3. Antonio Prado

    Pues ahí va la intervención de un Antonio más, en este caso, quien bien conoces de la Galicia profunda. Lo primero, como la pandemia no nos ha dejado vernos últimamente, tengo que decir que a través de la foto galdosiana te encuentro estupendamente, por lo tanto: Luis 10, Covid 0, y me alegro mucho.
    El comentario con tanto gancho como casi siempre, en este caso para colgar las banderas. La palabreja de vexilología (fusión etimológica de latín y griego) yo la conocía gracias a Sheldon Cooper, el físico de la serie Big Bang que he visto bastantes veces, ya que este personaje es muy aficionado al “banderismo”, y me parece una excelente idea recordarla al respecto del uso de la mascarilla a que nos vemos sometidos.
    Con viajes o sin ellos, Luis, sigue divirtiéndonos y culturizándonos un poco, que falta hace.
     

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    1. Luis Castellon Serrano Autor

      Gracias Antonio por los elogios, incluso a los de mi estado físico, uno hace lo que puede esquivando barbaridades. En todo caso, la respuesta me gustaría dártela vis a vis, en Galicia, nada de bélica pero si en un entorno proclive para los dos, o los tres o los cuatro. Lo de esos palabros, vexilo, rafe…está muy próximo a los de Ciencias que nos gusta (ojalá estuviera más difundido este placer) conocer las etimologías, no las de San Isidoro, sino las de nuestra herramientas más próximas, las palabras.
      Ah!, aunque un Antonio no tiene nada que ver en lo profesional con el otro, conociéndoos creo que disfrutaríais de la conversación.
      Fuerte abrazo, lucense

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  4. Jose E Moratalla Molina

    Querido Luis , siempre grato el leerte con la sonrisa puesta , el alerta del aprendizaje y el interés de analizar los » condimentos » que utilizas.
    En la foto queda manifiestamente claro tu devocion por D. Benito; la cara sigue siendo el espejo del alma.
    Hoy detecté que anduviste saltando de tema en tema , para no pisar charcos ni sufrir salpicones………será que volvió la lluvia tan necesaria. Un abrazo maestro.

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    1. Luis Castellon Serrano Autor

      Gracias Pepe una vez más, pero no creo que haya incurrido en saltos de demasiada longitud, que he intentado hilvanarlos. De todas formas, la guasa no me la quita ni la bandera pirata, ni una calabaza con vela, ni un perdigón pegado al pupitre, ni el vino machadiano, el de las tabernas.
      De aprendizaje nada de nada, que para eso eres maestro tu mismo.
      Fuerte abrazo y gracias por tus intervenciones.

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  5. Pepe Melero

    Un buen amigo y reputado concertista de piano me hizo participe en cierta ocasión de su convencimiento de que todos los pianistas pegaban perdigones bajo los teclados de los pianos (de cola, se entiende). Desde entonces no puedo evitar imaginar con consternación a Lang Lang o a Sgoulos haciéndolo en alguno de sus ensayos. Perdigones clásicos, los llamaría yo. Por cierto, gracias por tu mención de mi libro. Espero que te guste cuando le toque en tu cola de lecturas.

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    1. Luis Castellon Serrano Autor

      Gracias por intervenir Pepe. De los perdigones no se suele hablar por pura hipocresía, pero haberlos, digo que si los hay, y en efecto también los de ese pianista circense Lang Lang. Ya le queda menos a tu libro, sólo tiene delante uno de Jardiel. Fuerte abrazo.

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  6. Paco Moya

    Grande Luis, como siempre un placer leerte. Me lo he pasado en grande con este artículo, me han dado ganas de coger mi mascarilla del Guernica e irme a hacer una ruta por bares tan ilustres como los que
    nombras

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